Gardevoir permaneció completamente inmóvil, como lo había estado los últimos dos días, mirando aquella piedra con sus ojos completamente irritados y enrojecidos. Unas sutiles ojeras habían comenzado a formarse en su pálido rostro, y sus labios estaban completamente resecos a causa de la deshidratación. Su estómago rugía, pero aquella Pokémon se limitaba a ignorarlo, como ignoraba todas las demás alarmas y súplicas de atención que le enviaba su propio cuerpo. Aún se encontraba demasiado atrapada en sus aflicciones emocionales como para prestar atención a las físicas.
Tras teletransportarse, no recordaba nada de lo sucedido; había una laguna en su memoria de la que no sabía nada, y probablemente jamás lo sabría. Lo único que se atrevía a asumir era que se quedó inconsciente a causa del esfuerzo y que su entrenador la dejó atrás para intentar salvar a Mismagius. Sin embargo, a pesar de la drástica decisión que había tomado y el daño que se había hecho a sí misma para intentar salvar a su compañera, aquella última esperanza había sido una farsa. Mismagius probablemente llevaba muerta desde mucho antes de que Maestro llegase. Gardevoir no pasó por alto la posibilidad de que quizás su entrenador tuvo la oportunidad pero no logró salvarla, pero le pareció una idea ridícula y no tardó en descartarla. Conocía a su entrenador mejor que nadie. Llevaba más de veinte años a su lado. Si Mismagius aún hubiera seguido con vida cuando Maestro llegó a Pueblo Vánitas, la habría salvado. De un modo o de otro, Maestro siempre acababa consiguiendo lo que se proponía. Él era la persona que más respetaba y admiraba en todo el mundo; y su entrenador podía ser muchas cosas, pero no era ningún fracasado. Sin embargo, cuando Gardevoir llegó a Pueblo Vánitas, lo único que logró encontrar allí fue una tierra completamente asolada y devastada. No quedaba ni rastro de nada de lo que alguna vez había significado algo para ella, y no encontró el menor indicio de que Mismagius estuviera allí esperándola.
Tristemente, todo lo que Gardevoir podía hacer era sacar sus propias conclusiones sobre lo que debía haber sucedido aquella noche en Pueblo Vánitas. Ella había perdido la consciencia tras el Teletransporte, y había despertado cuatro días más tarde en la unidad de cuidados intensivos de un Centro Pokémon de Ciudad Relieve. Al momento de despertar, su mente aún se encontraba aturdida y su cuerpo tenía marcas de quemaduras que tardarían un tiempo en desaparecer cuando su piel se regenerase. Por más que preguntó, no logró que le dijeran nada sobre lo sucedido en Pueblo Vánitas que no resultase insultantemente evidente. Desafortunadamente, Gardevoir sabía que no le mentían; que literalmente aquello era cuánto sabían. No tenía sentido tratar de robar la información de la mente de nadie con sus poderes psíquicos; ella sabía perfectamente que nadie que se hubiese encontrado en Pueblo Vánitas cuando Alfa atacó había vivido para contarlo, y que nadie sabría jamás de primera mano qué había sucedido allí.
Sedienta de respuestas, Gardevoir no se lo pensó dos veces antes de fugarse de aquel Centro Pokémon, con su tratamiento médico aún sin terminar. Recorrió levitando en medio día la distancia que separaba Ciudad Relieve de Pueblo Vánitas y se encontró cara a cara con la realidad. Para cuando ella llegó, los equipos de rescate aún seguían allí, tratando en vano de encontrar supervivientes, pero en aquel momento ya se habían retirado. Gardevoir era incapaz de imaginar qué había hecho Alfa para que el pueblo que había sido su hogar durante tantos años hubiese acabado en aquel estado. La mayor parte de la superficie de Pueblo Vánitas se había convertido en un yermo de tierra calcinada, en el que no quedaba rastro alguno de que alguna vez aquello había sido un asentamiento humano. Tan solo las regiones más remotas y periféricas del pueblo se habían salvado de la peor parte del daño. Se encontraban completamente en ruinas, pero al menos aún quedaban las ruinas como testigos de que al menos Pueblo Vánitas alguna vez había existido.
Todo cuanto Gardevoir apreciaba había desaparecido. La casa donde había vivido prácticamente toda su vida se encontraba en el epicentro de aquella destrucción, por lo que en aquel momento le resultaba casi imposible determinar dónde se había encontrado aquel edificio debido a lo irreconocible que había quedado el terreno. No había ni rastro de las calles por las que había paseado con Greninja a altas horas de la noche, ni del mercado donde había acompañado tantas veces a Machamp mientras ambos ayudaban a transportar la cosecha, ni de aquel pozo al que tantas veces le había dicho en broma a Mawile que la tiraría dentro si no se portaba bien. Tampoco tenía ya ni siquiera la posibilidad de volver a frecuentar aquellas tabernas donde apenas dos semanas atrás había intentado ahogar sus problemas en licor. Todo aquello sencillamente había desaparecido para siempre. Las casas, las tiendas, las calles, las personas y los Pokémon. Alfa no le había dejado nada a lo que aferrarse, a excepción de una última cosa. El lugar de Pueblo Vánitas que más daño podía hacerle.
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Pokémon: Alma de Acero
FanfictionUn hombre llega a la Cueva Celeste con una misión muy clara. Matar a Mewtwo para vengarse por lo que sucedió hace 20 años. No permitirá que nada se interponga en su camino. Ni siquiera su propia muerte a manos de Mewtwo. ... Alma de Acero fue mi pr...