Capítulo 16: Dolor

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- De... de verdad que lo siento- Murmuró Gardevoir.

Mawile examinaba a sus compañeros, estupefacta. Se encontraban en el interior de aquella cabaña de madera. Sarah estaba sentada sobre una silla en la sala principal, mientras Gardevoir se encontraba en pie junto a ella aplicando energía curativa sobre su maltrecho cuerpo. Aunque tenía una expresión dolorida en su rostro, Sarah parecía esforzarse por mantener aquella expresión jovial que la caracterizaba.

- No pasa nada...- Respondió Sarah, intentando hablar con normalidad- Gran parte de este malentendido es culpa mía.

- Pero Chandelure...- Insistió Gardevoir.

- Te aseguro que no voy a echar de menos a esos dos parásitos- Dijo Sarah, dejando escapar una leve risa.

Aunque ver a Gardevoir disculpándose y sanando las heridas de alguien por voluntad propia no era una escena común en absoluto, Mawile no tardó en apartar la mirada de ella y volver a centrarla en el Aegislash. Aún no estaba segura de qué decir o de qué pensar al respecto. No se había aún recuperado completamente de su enfrentamiento contra Mewtwo, y todo estaba sucediendo demasiado rápido para ella. No había tenido tiempo de digerir completamente los acontecimientos recientes. Siendo sincera consigo misma, siempre había mantenido la esperanza de volver a encontrarse en alguna ocasión con alguno de los Pokémon de su equipo. Pero volver a encontrarse con Maestro no era algo con lo que hubiese contado.

Maestro no había apartado su único ojo de Mawile desde que la había visto allí fuera y la había seguido junto a los demás al interior de aquella estructura. Se había sentido muy extraño al volver a ver a su Mawile después de tanto tiempo. Aquella pequeña Pokémon había vuelto a atravesar un verdadero infierno personal, y ya no era la misma que hacía unos años. Su actitud alegre y pueril había desaparecido; y actuaba de una forma mucho más curtida y madura. Tan solo la Mawilita que aún colgaba de su cuello parecía ser el único vestigio que le quedaba de aquella época. Maestro no negaba que aquel era un cambio positivo en su compañera, pero lamentaba que las cosas hubiesen tenido que suceder de aquella forma. Lamentaba que Mawile hubiese tenido que sufrir aquellas pérdidas y ahora tuviese que ver a su entrenador como un espectro encerrado en un cuerpo de acero.

- Aún me cuesta creerlo...- Admitió Mawile en voz alta.

- A mí también- Respondió Maestro.

Mawile pensó en contarle a Maestro sobre los fantasmas con los que ya había convivido en la Casa Tétrica y sobre lo esotéricas que estaban volviéndose sus relaciones con humanos, pero prefirió abstenerse de hacerlo. Nunca había contado a su equipo la vida que había tenido antes de vagar por aquel pantano; no quería que sintieran lástima por ella. Aquel no parecía ser mejor momento de lo que ya habían sido los años anteriores para sincerarse con su equipo. En lugar de eso, Mawile se acercó a Maestro y rodeó con ambos brazos el filo metálico de su espada, abrazándose a él. El roce de acero contra acero produjo un chirrido desagradable. Los ojos de Mawile comenzaron a lagrimear.

- Realmente pensaba que todo había terminado- Dijo Mawile con una voz temblorosa- Pensaba que nunca volvería a verte.

Maestro trató de retroceder ante el abrazo de Mawile como acto reflejo, temiendo que se hiciera daño con el filo de su espada. Sin embargo, Mawile no se soltaba, y su exposición al filo cortante de su Espada Santa no parecía ser suficiente para penetrar su piel blindada. Asumiendo que no había un peligro real de herirla, Maestro tocó el cuerpo de Mawile con sus manos de tela y la rodeó con ellos. Lo único que era capaz de percibir de aquel contacto físico era aquel desagradable chirrido de metal contra metal. No podía sentir el tacto del cuerpo de Mawile en su cuerpo de acero ni en el tejido textil de sus extremidades. Sin embargo, a pesar de su carencia del sentido del tacto y del sentimiento de incomodidad que empezaba a apoderarse de él, permitió a Mawile prolongar aquel abrazo. Aunque no tuviese rostro y su único ojo metálico no fuese capaz de derramar lágrimas, Maestro también se alegraba mucho de verla. Que no exteriorizase aquellos sentimientos no significaba que no estuviesen ahí.

Pokémon: Alma de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora