Capítulo 2: Aegislash

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Gardevoir daba vueltas a un vaso a medio vaciar de licor de Baya Lichi. Aquella noche, como otras tantas más, había intentado emborracharse, pero el alcohol no era capaz de nublar su mente. En el pasado había ido a beber a alguna de las muchas tabernas de Pueblo Vánitas con Maestro, y tras unas cuantas copas ambos habían logrado dejar de pensar en los problemas durante un tiempo. Sin embargo, cuando trató de emborracharse sola, Gardevoir comprendió lo que sucedía realmente. La bebida no tenía efecto alguno en ella; era Maestro quien lograba alegrarse un poco y olvidar los problemas gracias al licor de bayas. Ella simplemente copiaba las emociones de su entrenador y experimentaba una sensación similar.

Habían pasado ya más de tres años desde que Greninja se fue y la dejó viviendo sola en el pueblo. Hasta que no se quedó completamente sola y lejos de todos los seres con los que había compartido su vida no fue capaz de darse cuenta de que su capacidad para tener sentimientos era bastante limitada. Cuando Maestro murió, el dolor era muy reciente, y la presencia de los otros Pokémon de su equipo le ayudaba a mantener aquella constante sensación de pesar. Cuando Greninja se marchó, a las pocas semanas Gardevoir ya no sentía absolutamente nada. Era consciente del valor que las emociones habían tenido en el pasado, y respetaba aquellas experiencias, pero ya no sentía nada respecto a ellas. Ya no se sentía triste por la muerte de Maestro, ni tampoco echaba de menos a sus compañeros. Se había acabado convirtiendo en un cascarón vacío incapaz de rellenarse a sí misma con nada.

A pesar de su evidente necesidad de un entrenador que volviera a hacerla sentir viva, Gardevoir había respetado la decisión de Greninja. Ella debía de permanecer allí, hasta que algo sucediera. Le dijo que cuando llegase el momento lo sabría, y que incluso si pasaban los años debía de mantenerse firme y no desistir. Aquello había sido a la vez fácil y difícil con el paso del tiempo.

Terminó su bebida de un largo trago. El licor de Baya Lichi era uno de los favoritos de Maestro. Se destilaba en el propio Pueblo Vánitas, y se decía que era una bebida que fortalecía el espíritu guerrero de quien la bebía. La primera impresión que causaba era un sabor dulce, que a medida que saturaba las papilas gustativas iba volviéndose algo ácido para terminar dejando un regusto picante en el paladar. Gardevoir ignoraba si aquella bebida fortalecía algo en realidad, pero sabía que las Bayas Lichi se utilizaban como estimuladores de la agresividad en los Pokémon y que Maestro se había peleado ocasionalmente con algún otro hombre en el bar después de un par de copas. Sin embargo, a ella no le hacía lo más mínimo.

Gardevoir miró vagamente a su alrededor, con un simple movimiento de cuello. La taberna en la que se encontraba estaba casi vacía aquella noche. La semana pasada había sido la fiesta de la cosecha en el pueblo, y la mayoría de sus habitantes habían frecuentado los locales como aquel. Se había gastado mucho dinero y se habían sufrido muchas resacas. Una semana después de aquella fiesta, los bolsillos estaban vacíos y los ánimos algo más templados, por lo que las tabernas estaban mucho más tranquilas. Gardevoir se encontraba sentada en la barra, para poder tener más cerca al camarero. Le hizo una señal con la mano para llamar su atención.

- Llénamelo- Pidió Gardevoir, señalando a su vaso.

- ¿No cree que ha bebido mucho esta noche... esto... señorita?- Preguntó el camarero, con cierta incomodidad al respecto.

- No te pago para que pienses en mi salud- Le reprochó Gardevoir, mientras le aceraba el vaso de cristal con insistencia- Llénalo.

El camarero descorchó una nueva botella de licor de bayas y llenó el vaso a Gardevoir. Siendo sincera consigo misma, no tenía muy claro por qué seguía volviendo algunas noches a aquella taberna a beber un licor que no le afectaba. Con el paso del tiempo se había dado cuenta de que, a pesar de no tener el más mínimo sentido, trataba de conservar las costumbres que había desarrollado a lo largo de los años que había vivido con Maestro. A menudo se encontraba preguntándose a sí misma qué habría hecho Maestro en una situación o qué le habría dicho a cierta persona en otra. Desde que su conexión emocional con Maestro se había roto, se sentía como aquella pequeña Ralts asustada del mundo que un día fue. Mantenía viejas costumbres, como visitar la Guardería Pokémon, ayudar en las granjas o beber en las tabernas, pero no lograba hallar el consuelo que buscaba en aquellas actividades. Además, se sentía realmente estúpida tratando de comportarse como si fuera humana. Era perfectamente consciente de lo que pensaba el camarero cuando un Pokémon se sentaba a la barra como si nada y le pedía una bebida. No estaba socialmente bien visto.

Pokémon: Alma de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora