Capítulo 22: Consecuencias

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Greninja presionó la herida con firmeza y comenzó a atar un trozo de tela alrededor de su muslo izquierdo. El último intercambio de golpes con Lucius no había ido demasiado bien, y aquella katana de acero le había logrado rozar la pierna, abriendo en ella un profundo tajo. La herida sangraba, y aquel era un lujo que Greninja no podía permitirse. Ya había perdido sangre por culpa del ataque que había recibido desde el tercer piso; y ahora tenía que preocuparse por una nueva hemorragia. El dolor que acompañaba a aquella herida en sí no le importaba; tenía suficiente fuerza de voluntad como para apartarlo de sus pensamientos e ignorarlo. Pero si la pérdida de sangre llegaba al punto en el que pudiera matarlo, aquello sí que sería un problema que no podía ignorar. No importaba cuantas heridas tuviese al final del combate; Gardevoir podría sanárselas todas con su Pulso Curativo. Pero su compañera no podría curar un cadáver. Sin importar cuánto doliese, tenía que seguir vivo a toda costa.

Mientras ataba con dificultad un nudo que sujetase aquella venda improvisada, Greninja mantuvo el oído atento y miró nerviosamente a su alrededor. Cuando parte del techo se vino abajo, la amenaza que suponía el Pokémon del tercer piso le había obligado a retirarse de la cafetería. Naturalmente, aquel agente de Rey Arceus le había perseguido, pero no había sido difícil darle esquinazo. En medio de aquella oscuridad, Greninja realmente se encontraba en su elemento. Esconderse entre las sombras y atacar de repente era su especialidad. Sin embargo, su modus operandi estaba demostrando no ser lo suficientemente efectivo contra Lucius. Hasta el momento, los reflejos de relámpago de aquel agente le habían permitido reaccionar a tiempo ante todas sus emboscadas y contraatacar al instante. En su último encontronazo, incluso había logrado herirle en la pierna con su espada. De todas las partes de su cuerpo donde podía ser herido, las piernas eran donde Greninja más detestaba sufrir daños. Aquellas extremidades eran sometidas a mucho esfuerzo cuando corría, saltaba y golpeaba. Por mucho que tratase de ignorar el dolor, podía notarlo ahí cada vez que realizaba un gran esfuerzo físico. Aquello ponía en peligro su rendimiento en combate.

Tras terminar de atar su venda, Greninja se agachó para arrancar un trozo de tela más del uniforme que llevaba puesto el cadáver humano que había a sus pies. Aparte de Lucius, aún quedaban algunos guardias de seguridad de Rey Arceus en aquella planta. Aunque esos guardias no supusieran una amenaza tan extrema como lo eran Lucius y Ferrothorn, había muchas formas de que aquellos humanos y Pokémon se convirtiesen rápidamente en otro problema. Rápidamente, Greninja se apresuró a limpiarse toda la sangre que pudiese de su piel con aquel nuevo trozo de tela. Podía escuchar la voz de Lucius cerca de aquel oscuro rincón en el que se había ocultado. Otro enfrentamiento era inminente, y no quería que su enemigo pudiese comprobar el alcance de sus heridas. Prefería hacerle creer que todos sus esfuerzos para matarle habían sido en vano antes de permitirle comprobar que, en efecto, estaba haciendo progresos.

- ¿Qué pasa? ¿No puedes seguirme el ritmo?- Preguntó la voz de Lucius, a unos veinte metros de distancia- ¿Ya no luchas o qué?

Lucius caminaba lenta y cautelosamente por aquel oscuro pasillo. En su mano derecha, sostenía su arma de filo, mientras que en la izquierda portaba una linterna que había encontrado. Tenía un equipo de visión nocturna mejor en la cafetería, pero lo había dejado atrás cuando tuvo que salir apresuradamente para perseguir a su enemigo. Aquella había sido una situación desfavorable hiciese lo que hiciese. Si hubiese ido a recoger su equipo, habría dado tiempo de sobra a Greninja para retirarse; sin embargo, había escogido perseguirlo sin su equipo y lo había perdido en medio de la oscuridad. Lucius había entrenado luchando en situaciones de poca iluminación, pero en aquella ocasión, su rival era un auténtico maestro del sigilo; sus ojos humanos no daban para más en medio de aquella oscuridad. Si no hubiese dado con aquel cadáver de un guardia de seguridad y hubiese cogido su linterna, aquella búsqueda carecería de sentido. De hecho, incluso a pesar de contar con una fuente de luz, Lucius no se atrevería a garantizar que aquel Greninja no pudiese estar a menos de un par de metros de él. No en vano, ya había logrado atacarle emergiendo de entre la oscuridad en varias ocasiones. Aquel Pokémon, además de ocultase perfectamente entre las tinieblas, parecía ser capaz de desplazarse sin emitir sonido alguno.

Pokémon: Alma de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora