Capítulo 20: Aurelius

54 9 5
                                    

Maestro observó cómo el exorcista se acercaba lenta pero decididamente hacia él. Si de algo se había enorgullecido Maestro durante todos aquellos años persiguiendo a Mewtwo y poniendo en jaque a organizaciones criminales, era de su capacidad para mantener la calma y actuar de forma fría y calculadora incluso en los momentos más extremos. Sin embargo, aquella situación no podía compararse con nada de lo que había vivido anteriormente. Nunca había tenido miedo a morir; pero en aquel momento, sabía perfectamente lo que le esperaba al otro lado si aquel agente de Rey Arceus realmente lograba desterrarle del mundo de los vivos. Después de tantos años, finalmente había llegado el día en el que Maestro entró en pánico. No podía permitirlo. Era sencillamente inadmisible. No podía permitir que aquel encapuchado le enviase de vuelta a aquel tormento; no podía permitirle que realizase aquel ritual. Tenía que matarlo antes de que una sola palabra más saliese del oscuro interior de aquella siniestra capucha.

Sin pensar en las consecuencias, Maestro concentró toda la energía que fue capaz de reunir en su escudo, y proyectó hacia Aurelius el Foco Resplandor más potente y descontrolado que había disparado desde que adoptó aquella forma. Aquel ardiente láser plateado era el doble de grueso que los que había usado anteriormente, y su resplandor argenta iluminaba completamente aquella oficina como un foco industrial. Maestro podía sentir cómo su existencia metafísica se estremecía al liberar semejante cantidad de energía de golpe. Sentía dolor, tanto físico como espiritual; y podía sentir cómo su escudo de acero incrementaba su temperatura hasta ponerse al rojo vivo.

Aurelius apuntó hacia Maestro con tan solo su mano derecha y proyectó una Pantalla de Luz frente a él con la que detener aquel desesperado ataque. Cuando el Foco Resplandor de Maestro impactó contra aquella barrera, Aurelius se sintió cegado por aquel brillo, y podía sentir el abrasador calor que traía consigo aquella masiva proyección de energía. Sin embargo, pese a la potencia de aquel ataque, su Pantalla de Luz resistía. Aquel espectro estaba proyectando la energía de su Foco Resplandor de forma iracunda y descontrolada; no había armonía ni disciplina alguna en la ejecución de aquella proyección energética. Quizás fuese devastador contra un objetivo desprotegido, pero un ataque tan disperso y poco concentrado jamás lograría atravesar una barrera como la suya; que era fruto de energías estables y perfectamente controladas.

Maestro dejó escapar un iracundo alarido espectral que hizo que Aurelius se estremeciera brevemente, aunque no logró romper su concentración. Mientras canalizaba aquel frenético ataque, Maestro sentía cómo la ira y el dolor fluían constantemente por toda su forma. Ansiaba salir de aquella prisión, y aunque sentía cada vez más dolor mientras disparaba aquel Foco Resplandor, su ataque no se detenía por nada. Sin embargo, no estaba siendo suficiente para acabar con aquel agente. Necesitaba más energía; necesitaba más potencia para atravesar aquella barrera y carbonizar a aquel enemigo.

Dejando escapar un continuo grito de dolor, Maestro hizo acopio de hasta el último resquicio de sus fuerzas y proyectó aún más energía en el ataque. El láser del Foco Resplandor pareció volverse ligeramente más grueso durante un instante, para finalmente desaparecer por completo y devolver la habitación a las tinieblas a las que pertenecía. Maestro se agitó violentamente, en un arrebato de confusión. No había dejado en ningún momento de emitir aquella energía; aún podía sentirla rebosando en su interior, ansiosa por salir. Sin embargo, el Foco Resplandor se había detenido, y Maestro no entendía por qué.

Un breve vistazo a su mano derecha reveló a Maestro la razón por la que su ataque se había detenido. El escudo de acero que utilizaba como canalizador para aquel ataque había sido puesto al límite desde el principio; pero cuando intentó aumentar la intensidad del Foco Resplandor por segunda vez, la temperatura generada por aquel ataque superó con creces lo que aquel acero podía resistir. En aquel momento, la tela del brazo derecho de Maestro estaba en llamas; y su Escudo Real no era más que un resplandeciente charco de metal fundido en el suelo; a pocos centímetros de él.

Pokémon: Alma de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora