El guardia de seguridad Virgile paseaba la mirada por los monitores con cierta sensación de intranquilidad. Desde que había anochecido, había vigilado a sus compañeros a través del sistema de cámaras de seguridad del edificio. Todo el personal de la organización se encontraba en aquel momento patrullando minuciosamente cada rincón de la sede en busca de intrusos. Aquella era la mayor operación de vigilancia que Virgile había visto en toda su carrera como guardia de seguridad. Entre humanos y Pokémon, había treinta y ocho guardias protegiendo el edificio; eso sin contar a los dos agentes y al enorme Pokémon que habían escondido en la sala de juntas de aquella misma planta. Ignoraba quién era el insensato que pensaba asaltar aquel edificio, pero con semejante despliegue de seguridad, haría falta un pequeño ejército para lograrlo.
Virgile apartó la mirada de aquellos monitores durante un segundo. Llevaba ya dos horas encerrado en la sala de seguridad del tercer piso, con la única compañía de aquellas pantallas y una taza de café que se había quedado fría hacía ya un buen rato. Dedicó una mirada apática a la silla vacía que había a su derecha. Normalmente, en aquella sala siempre había dos guardias de seguridad; sencillamente había demasiados monitores para una sola persona. Sin embargo, aquel excéntrico agente que se hacía llamar Aurelius había insistido en que se necesitaba la mayor cantidad de personal combatiente posible. En una noche tan tétrica como aquella, le había tocado quedarse solo en aquella habitación. Quien debía ser su compañero de vigilancia estaba allí fuera, patrullando la segunda planta acompañado de un Breloom.
En realidad, Virgile no se quejaba de su posición en aquel momento. Se encontraba en la sala de seguridad de la tercera planta. La puerta de entrada a aquella habitación estaba blindada, y la habitación en sí se encontraba prácticamente en el centro exacto del edificio. Aquel lugar era prácticamente una fortaleza. Era sin lugar a dudas el punto más seguro de todo el edificio. En caso de tener alguna queja sobre su asignación, estaba totalmente injustificada; teniendo en cuenta que sus compañeros estaban ahí fuera esperando el momento de entrar en combate. Lo único que preocupaba realmente a Virgile era que no estaba seguro de dar abasto con todas aquellas pantallas. Temía pasar por alto alguna actividad irregular y que, cuando llegase el momento de informar a sus compañeros mediante el sistema de comunicación por radio, su primer informe fuese que había visto un cadáver.
Intentando concentrarse, y recordándose a sí mismo que las vidas de sus compañeros dependían de él, Virgile volvió a concentrar su atención en los monitores. Por el momento, todas y cada una de aquellas cámaras funcionaba perfectamente, y ninguna aparentaba haber sido manipulada. El único movimiento que registraba ocasionalmente era el de alguno de sus compañeros patrullando con una linterna en una mano y un arma de fuego en la otra por aquellos oscuros pasillos y laberínticos cubículos de oficina. Aunque el edificio estaba bien protegido, estaba claro que aquellas oficinas no se habían diseñado como campo de batalla. Si realmente alguien entraba en combate allí, probablemente gran parte del equipo informático y del material de oficina acabaría destrozado. Aurelius insistió en que no debía ponerse a salvo ni siquiera el equipo más delicado porque su ausencia podría delatar su estado de alerta ante su enemigo. El factor sorpresa era clave en aquella situación para minimizar bajas durante la batalla.
Virgile arrugó el rostro y apretó los dientes al sentir una aguda punzada de dolor en la cabeza. Aunque hacía unos segundos se había encontrado perfectamente, acababa de sentir una dolorosa sensación de migraña. El dolor era tan intenso que le habría hecho gritar con facilidad de no ser por el hecho de que no parecía recordar cómo articular palabra ni emitir cualquier clase de sonido con la garganta. Lo único que lograba hacer para romper aquel silencio sepulcral era jadear a medida que su respiración se aceleraba drásticamente mientras que el pánico se apoderaba de él.
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Pokémon: Alma de Acero
أدب الهواةUn hombre llega a la Cueva Celeste con una misión muy clara. Matar a Mewtwo para vengarse por lo que sucedió hace 20 años. No permitirá que nada se interponga en su camino. Ni siquiera su propia muerte a manos de Mewtwo. ... Alma de Acero fue mi pr...