Capítulo 9: Casa Tétrica

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Mawile se protegió rápidamente el rostro con ambos brazos antes de que una inmensa rama de madera le golpease de lleno. Aquel brutal Mazazo hizo que saliera despedida varios metros por el aire y se estrellase pesadamente contra el suelo del pantano. El terreno era relativamente firme en aquel lugar, y el lodo que se extendía por la mayor parte de aquella ciénaga no era capaz de tragarse su cuerpo allí. Tan pronto como tocó el suelo, Mawile se apresuró a ponerse en pie de nuevo. A pesar de haber recibido un golpe tan espectacular no sentía dolor alguno; su cuerpo de acero estaba demasiado blindado para que un ataque así pudiese causarle daños significativos. Sin darle demasiada importancia a lo sucedido, se limpió chapuceramente la cara con las manos, retirando una desagradable mezcla entre barro y astillas de madera.

- ¿Eso es todo?- Preguntó Mawile con indignación- Si me sigues tratando como a una niña te daré una paliza.

Aunque sabía que no era apropiado, Mawile dedicó una sonrisa burlona a su oponente. Aquel no era un combate remotamente justo en realidad. Era prácticamente imposible que aquellos ataques lograsen hacer el más mínimo rasguño a su piel acorazada. Tiempo atrás, cuando volvió al pantano tras la muerte de su entrenador, encontraba aquellas luchas reconfortantes. Le suponían un cierto desafío, lo suficiente para evadirse del mundo que la rodeaba y evitar pensar en Maestro. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba, aquellos enfrentamientos cada vez perdían más el sentido. Seguía agradeciendo tener alguien con quien luchar para poder mantenerse en forma; pero cada día le resultaba más difícil convencerse a sí misma de aquello aún servía para algo.

Con un movimiento bastante ágil para su rígido cuerpo de acero, Mawile se giró y dio la espalda a su oponente, interponiendo entre ambos su enorme cornamenta de acero en forma de mandíbula. Aquellas flexibles y poderosas fauces eran a la vez su mayor defensa y su arma más devastadora. Se mantuvo a la espera, cediendo la iniciativa a su rival. En un enfrentamiento como aquel, le resultaba mucho más conveniente luchar a la defensiva en lugar de lanzarse a las primeras de cambio contra su enemigo.

Mawile pudo sentir como la tierra se estremecía bajo sus pies. No necesitaba mirar para saber lo que sucedía a sus espaldas. Unas cuantas toneladas de madera cargaban de forma desbocada contra ella. Podía sentir en su cuerpo las vibraciones que el suelo le transmitía cada vez que aquel enorme Pokémon daba otro paso más en su dirección. Manteniendo la calma y guiándose por el oído, Mawile determinó en cada momento la posición de su oponente y se mantuvo inmóvil, apurando hasta el último segundo antes de mover ficha en aquella batalla. Cuando sintió que su oponente se le echaba encima, Mawile desató su feroz contraataque. Aprovechando su minúsculo tamaño en comparación con el de su oponente, Mawile se impulsó entre las ramas que componían el cuerpo físico de su rival con un salto inusualmente grácil para alguien con su biología. Una Garra Umbría formada por un grupo de finas ramas afiladas imbuidas con alguna clase de energía espectral falló al intentar atraparla y se cerró sobre sí misma a escasos centímetros del cuerpo de Mawile. Antes de que aquella extremidad de su oponente retrocediera a una posición segura y se alejase de su alcance, Mawile se apresuró a morder la rama principal con las fauces de acero de su cornamenta. Aquella rama era gruesa y robusta; pero tan pronto como el Mordisco de Mawile comenzó a oprimirla, la madera se tronchó creando una debilidad estructural en aquel enorme cuerpo que Mawile aprovechó para arrancar la extremidad de cuajo con un tirón brusco. Apenas un par de segundos más tarde, Mawile aterrizó hábilmente en el suelo del pantano, sosteniendo entre sus falsos dientes una enorme rama en forma de zarpa que la superaba por mucho en tamaño.

Su rival la había pasado de largo en su embestida cuando Mawile se escurrió entre sus brazos de madera y se logró situar a su espalda. Aquella enorme criatura nunca había destacado por su velocidad precisamente, pero ella también había sido siempre demasiado lenta para seguirle el ritmo a muchos otros Pokémon. Su cuerpo de acero siempre le había conferido una gran fuerza física y resistencia, pero también había limitado su movilidad. En los últimos años, Mawile había tenido que pagar muy caros aquellos problemas motrices. Pero aquello era algo con lo que se había propuesto terminar. Durante los últimos años había llevado al extremo sus capacidades físicas. Había entrenado día tras día para romper los límites que su rígido cuerpo de acero le había impuesto durante tantos años. Y tras someter su cuerpo a aquel castigo durante tanto tiempo, un rival que antes le superaba en velocidad le parecía en aquel momento insultantemente lento.

Pokémon: Alma de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora