XLVI

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XLVI. "Resucitó."


Dinamarca, 1999

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Dinamarca, 1999.

Un basurero a las afueras de la ciudad, eso era lo que los dos pequeños niños tenían por hogar.

No tenían papá, no tenían mamá, sólo se tenían el uno al otro.

Helec y Heber.

Heber y Helec.

Nacidos un 21 de Marzo de 1994 y un 29 de enero de 1997.

Solo eran ellos dos, dos pequeños hermanos de sangre.

Tenían casi 5 años y casi 2 años respectivamente cuando los abandonaron en aquel lugar en el mes de Enero de 1999. Los dejaron a su suerte, esperando que alguna enfermedad los debilitara, el frío, o la falta de comida, o la falta de agua. Cualquiera que fuera el motivo, dejarían que la madre naturaleza se los llevara.

Pero no sucedió así.

Duraron semanas en aquel lugar, el mayor de los dos se las arreglaba para buscar comida, para buscar agua, para buscar algo que mantuviera a su hermanito con vida.

A base de cartón y láminas viejas construyó un pequeño refugio donde poder dormir, donde esconderse de todos esos peligros que los asechaban día y noche.

Todos los días, en cuanto el sol salía el hermano mayor se levantaba a buscar el pan de cada día, rezándole al cielo que encontrara algo comestible, y que no importaba si él no comía, todo lo que quería era que fuese suficiente para su pequeño hermano.

A veces, cuando la suerte no le sonreía, cuando el cielo no escuchaba sus plegarias, por las noches, él se acostaba junto a su hermanito y lo abrazaba, diciéndole que mañana sería diferente, que mañana tendrían una nueva oportunidad. Y le daba palabras de aliento hasta que se dormía.

Él era solo un niño que con cuatro años cargó con la responsabilidad de cuidar a su hermano menor.

En medio de la miseria, no todos los días fueron malos. Había días en los que encontraban suficiente comida para ambos, días en los que el mayor no tenía que preocuparse en exceso, esos eran los buenos días, donde se ponía a jugar con su hermanito.

Un día, mientras jugaban, el menor se encontró con una flor creciendo en medio de tanta porquería, y en si no le llamó la atención la flor; lo hizo la criatura que reposaba sobre sus pétalos.

El menor miró asombrado aquella pequeña criatura, era hermosa y grande, y de color rojo. A las orillas de sus alas había un margen negro, como si esas líneas oscuras resguardaran el color brillante de sus alas, previniendo así que este se dispersara dejando un camino detrás de su vuelo.

HEBER  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora