XLIX

6.2K 970 687
                                    




XLIX. El Fin de la Tercera Vigilia.

Capítulo Final.


"Le temo más a mi mente que a los demonios que andan en el aire."

-HEBER

Lærke.

No es la primera vez que mato.

La primera vez ocurrió en Dinamarca, hace un poco más de un año.

Quizá pude haberlo evitado, pero no fue así.

Al principio, cuando conocí a Alfonso, todo marchaba bien. Él era como un héroe para mi, mi salvador, un joven hermoso en todos los sentidos, y lo idealicé. Y lo puse en un pedestal.

Lo consideré mi mejor amigo, pasamos un año donde sólo hubo amistad, pero luego de ese año, las cosas comenzaron a cambiar entre nosotros.

Pasábamos mucho tiempo juntos, supongo que era inevitable que algo sucediera entre nosotros. Alfonso y yo cambiamos la manera en la que nos mirábamos, las ganas y la atracción sexual eran imposibles de ignorar. Todo empezó con pequeñas insinuaciones por parte de ambos, pequeños roces, pequeños besos.

Poco a poco todo subió de categoría hasta que tuve mi primera vez con él. Y honestamente en aquel entonces no había nada malo, todo era mutuo, todo era porque ambos queríamos.

Era un sueño tenerlo a él, porque con Alfonso tenía a un amigo en quien confiar, pero también tenía un amante que me hacía sentir bien. Nuestra relación no era secreto, él siempre me presumió con orgullo. Éramos un noviazgo bastante bonito, bastante sano. Con Alfonso lo tenía todo, él me llenaba en todos los aspectos.

Él era esa persona que me hacía sentir importante, me hacía sentir amada. Él me trataba como si fuera lo más hermoso que le había pasado en la vida, como si cada día se levantara y diera gracias al cielo por tenerme a mi.

Con Alfonso sentí tanto, a él le entregué todo de mi.

Con el paso de los meses nuestros encuentros sexuales se fueron intensificando, siempre nos cuidábamos, pero llegaba a ser bastante salvaje, y me gustaba, no mentiré, pero dejó de gustarme cuando él me insistía en hacerlo cuando yo no quería.

"Tú también lo quieres." Decía, y como Alfonso me conocía tan bien, me decía a mi misma que él tenía la razón. Si él decía que yo lo quería, entonces debía ser cierto.

Las cosas se mantuvieron así por mucho tiempo, yo no me daba cuenta en lo enfermiza que mi relación con Alfonso se estaba volviendo.

Pero me di cuenta que lloraba más de lo que sonreía. Cuando teníamos relaciones ya no lo disfrutaba como antes, solo cerraba los ojos y esperaba a que todo terminara. No podía hacer nada sin avisarle, si tenía que salir con mis padres le tenía que avisar, y algunas veces terminaba por acompañarnos.

Mis padres lo adoraban, ellos sólo veían al joven que se comportaba como todo un caballero con su hija. Ellos sólo veían a la persona que salvó a su hija y la cargó en sus brazos.

Y me dije que si todos eran tan felices, quizá la del problema era yo, y que Alfonso, como siempre, tenía la razón.

Esta es una historia que duró un largo tiempo, hasta que ya no pude más.

HEBER  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora