IV

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IV. El Sexto Hijo.




Mi teléfono vibra al recibir un mensaje.

Novalee me había respondido diciendo que podía verme en una hora en un puesto de helados en el centro.

Era mediodía del día domingo, hacía un calor de los mil demonios y todo lo que quería era tirarme en el piso de mi habitación. Veía interminable el verano, ¡y recién estábamos iniciando!

Le respondo a Novalee diciendo que está bien, y que la veré ahí en una hora.

Con pereza me levanto y voy directo al baño para bañarme, al salir trenzo mi cabello sin detenerme a secarlo, no tenía tiempo para hacerlo. Termino vistiéndome con un overall de mezclilla corto, con una blusa blanca, casi transparente debajo. Necesitaba un atuendo fresco y cómodo, y esta era la mejor opción.

Para este entonces ya habían pasado cerca de cuarenta minutos, luego de calzarme tomé el mismo bolso que había llevado al festival, me aseguré de llevar mi cartera y mi teléfono, así como la chaqueta que le devolvería a Novalee. Lista, salí de mi recámara encontrando a mis padres en la sala, viendo una película antigua. Ellos realmente estaban aprovechando sus días antes de iniciar a trabajar, qué técnicamente ya vendría siendo mañana lunes.

—¿A dónde vas? —Preguntó mi papá Alexander.

—¿Y con el permiso de quién? —Agregó mi padre Dante.

—Voy a una heladería del centro, quedé con Novalee para poder regresarle su chaqueta, ya se los había comentado, ¿no lo recuerdan? —Les hice saber y ellos parecieron hacer memoria de ello.

—Bien, ve con cuidado, cualquier cosa nos llamas o mandas un mensaje, y no llegues tan tarde, tenemos que ir a esa cena con los Hagebak. —Ordenó mi padre y yo no le discutí.

—Nos vemos en un rato, los quiero. —Dije a modo de despedida.

—Y nosotros a ti. —Los escuché decir al cerrar la puerta.

En cuanto salí hice una mueca, el sol quemaba. Busqué las calles con más sombra, y así, entre quejas y maldiciones dirigidas al sol caminé hasta el centro.

No me fue muy difícil dar con la heladería, pues no es como que hubiera muchas aquí en Flagstaff, además de que Novalee estaba esperándome afuera, sentada bajo una de las sombrillas de las mesas que había alrededor del establecimiento, ella traía su cabello rizado suelto ¡y lucía tan fresca y ajena al calor que se sentía! ¿Cómo es que ella parecía inmune mientras que yo sentía que me derretía?

—Hola. —La saludé y ella me analizó mientras sonreía con la boca cerrada.

—¿De donde vienes no existe el sol o por qué luces tan afectada por el? —Comentó ignorando mi saludo.

—De donde yo vengo parece ser que tenemos un sol diferente. —Dije y ella se rió mientras negaba.

—Arizona será tu infierno personal, entonces, pero descuida, en unos años serás inmune como el resto de nosotros. —Animó. —Vamos dentro, siento que te derretirás como una paleta de hielo si te quedas un rato más bajo el sol.

Entramos a la heladería y el frío aire acondicionado nos recibió. No había muchas personas aquí por lo que el lugar lucía parcialmente vacío, Novalee y yo hicimos fila y cuando llegó nuestro turno ella pidió un helado de vainilla y yo uno de fresa los cuales terminé pagando yo como muestra de mi gratitud.

—Oh, gracias, he recibido un buen karma, ¿crees que me dará un auto si sigo ayudando a seres en desgracia? —Habló con sarcasmo luego de aceptar su helado.

HEBER  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora