XIX

8.8K 1.1K 1.3K
                                    





XIX. Puntos Rojos.


"Porque la paga del pecado es muerte..."
Romanos 6:23
RVR1960


Heber H.

No quiero correr, no quiero que mis pisadas resuenen en el silencio del bosque.

Quiero ser paciente, aguardar con calma el momento adecuado para atacar.

Y lo logro viendo a la presa correr.

Mientras más huya la presa, más divertida se vuelve la caza.

No hay nada como acechar lo que persigues, hacerle saber que estás ahí, pero sin revelarte completamente. No hay nada como verlos fundirse en el pánico, en el terror de no saber lo que se avecina. Porque les da esperanza, y la esperanza los impulsa a querer escapar para mantenerse con vida.

"...Pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?"

Comienzo a recitar aquella porción Bíblica, una de mis favoritas a la hora de la cacería.

"Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos."

Y ese era el error de muchos, todos esperan lo que ven, lo que conocen, no dejan espacio a lo desconocido, a nuevas posibilidades.

Ese también era el error de Lærke, no ha abierto su mente a nuevas posibilidades, sigue encerrada en su mundo normal. No ve más allá de lo que conoce, y esa es la esperanza falsa, si Lærke quiere sobrevivir, es tiempo de que abra su mente. Es tiempo de que trate de huir para hacer esto más interesante.

No hay nada más aburrido que una presa cayendo deliberadamente en la trampa.

Pero Lærke no era nuestra presa.

El silencio desaparece ante un silbido.

Sonrío, ya era hora de que llegaran.


Presente

Lærke.

Sin duda alguna, entre todos los que habíamos asistido a esta salida, yo era la de peor condición física.

Mientras el resto parecían haber dado una vuelta al parque, yo tenía el aspecto de haber subido y bajado el monte Everest.

Al llegar al hotel podía escuchar las conversaciones sobre ir a recorrer el centro de Sedona, internamente me estaba quejando.

—Si alguien se siente cansado pueden quedarse en el hotel. —Hanun habló y suspiré aliviada.

Momentos después entré a la habitación viendo la espalda de Hagar que iba delante de mi, ella fue directamente a su maleta y comenzó a sacar ropa, por mi parte, dejé caer mis cosas, quité mis botas y me arrojé a la cama.

—¿Irás con nosotros? —Me preguntó.

—No. —Respondí casi como una queja. —Estoy cansada, creo que ya he tenido mi dosis suficiente de Sedona.

Hagar se rió. —Creí que como te gusta correr y caminar en el bosque tendrías una mejor condición física. —Comentó manteniendo un tono burlesco.

HEBER  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora