XLIII

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XLIII. "Tormenta sin Nubes."




Despierto con los rayos del sol dándome directamente a la cara.

Me incorporo en la cama demasiado rápido lo cual me hace sentir mareada. Repaso el lugar donde me encuentro, no es mi habitación o alguna otra recámara que reconozca.

Me levanto sintiendo el frío piso de madera bajo mis pies, voy hacia la ventana, a través de esta puedo ver el bosque que nos rodea, rápidamente caigo en cuenta que estoy en la cabaña de los Hagebak.

Los barrotes en la ventana no me dan mucho aliento, voy directamente a la puerta tratando de abrirla pero esta no cede.

No voy a entrar en pánico, ya que si lo hago perderé sin haberlo intentado.

Si entro en pánico llegará el momento en el que me cuestionaré si esto es real o solo mi mente jugando en mi contra, necesito estar plenamente segura de que esto es real para no perder la cabeza como en anteriores ocasiones.

Tengo claro que aquí yo soy quien está en desventaja por muchos motivos, lo más inteligente para mí sería esperar, guardar la calma y descubrir de una vez por todas qué carajos quieren los Hagebak conmigo.

Regreso a la cama y me siento esperando paciente, sigo en la misma ropa de la fiesta, no quiero acercarme a ningún espejo por miedo a mi aspecto.

Espejo.

Me levanto de inmediato y comienzo a buscar algo que pudiera servirme en caso de tener que defenderme. Registro el cuarto pero no hay nada útil, sigo con el baño donde tampoco hay algo que pudiera servirme, el lavabo no tenía espejo.

Sigo con mi plan de mantener la calma y regreso a sentarme a la orilla del colchón. No sé con precisión cuanto tiempo pasa, pero eventualmente se escucha como introducen una llave a la cerradura, la puerta se abre y Hagar es quien entra con ropa doblada en sus manos.

La miro con desconfianza mientras se acerca, ella tampoco me quita la mirada de encima y deja las prendas sobre la cama. —Báñate y después baja a comer. —Pronuncia y luego se va.

Sabía que tenía que cooperar para no hacer esto difícil. Tomé la ropa y me fui al baño, me metí bajo la regadera y observé el agua teñirse de suciedad y brillos, no podía pasar por alto el color carmesí que se lavó, seguramente de cuando Hiel me tomó estando lleno de sangre.

Me aseé lo mejor que pude, cuando me sentí limpia salí del baño envolviéndome en una de las toallas disponibles. Luego de secarme finalmente analicé la ropa que se me había dado, era un vestido holgado blanco que probablemente me llegaría a la rodilla y unas bragas del mismo color.

Me vestí y sin más me preparé para salir. La puerta de la habitación donde estaba ya no se encontraba con seguro. Se me hizo extraño que me permitieran salir con tanta libertad pero aún así lo hice. Llegué a las escaleras y bajé por estas esperando que en cualquier instante algo espeluznante apareciera frente a mi.

Seguía descalza, respiré profundo al llegar a la sala y después me encaminé a la cocina.

Miré el comedor donde se hallaba el desayuno servido, pero la comida fue lo último que me interesó, yo sólo miré a Hagar y a Heber sentados a la mesa pareciendo esperar por mi, no había nadie más.

—Siéntate. —Hagar dijo señalando uno de los lugares, exactamente el lugar contrario a la cabeza de la mesa.

Me senté tratando de mostrar que no estaba asustada, intentando demostrar indiferencia, pero dejando claro que no me confiaba de ellos. —¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy aquí? —Pregunté con voz firme.

HEBER  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora