XI

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XI. Número Desconocido.




Hiel se marchó a tiempo, momentos previos a que mis padres regresaran de su cena. Si se hubiera tardado más, lo habrían encontrado en mi habitación.

—¿Qué tal les fue en su cena? —Me interesé viendo a mis padres ir directamente a la cocina.

Mi papá Alexander sacó un poco de agua para beberla con rapidez.

—Bien, los conocidos del señor Darío son agradables. —Respondió mi padre Dante. —Fue agradable convivir con ellos.

—Si que lo fue. —Secundó mi papá. —¿Y a ti qué tal te fue con tu amiga? —Indagó.

—Estupendo, Novalee es una persona muy divertida, realmente siento que podré forjar una amistad con ella.

—Me alegra escuchar que así sea. —Sentenció mi papá Alexander. —Realmente siento que Flagstaff es nuestro pequeño paraíso, algo me dice que seremos felices aquí.

Mi padre Dante sonrió, y me atrevo a decir que todos realmente creímos que así sería.

—Por cierto, el señor Darío nos comentó que el grupo juvenil de la iglesia a la que asisten hará una salida a Sedona la próxima semana. Sólo asistirán jóvenes que se congregan en esa iglesia, aunque el único propósito de su salida es divertirse, nada de religión, por lo que te han extendido una invitación para que asistas con ellos si te interesa. —Me comentó mi papá Alexander, esa invitación no la esperaba.

Me interesaba conocer Sedona, si, pero no hacerlo bajo esos términos. —No tengo interés en ello, papá. Tampoco creo sentirme cómoda entre extraños, así que me temo que rechazaré la invitación.

—¿Segura? También irán todos los hijos del señor Hagebak, a ellos si los conoces, quizá te ayudarán a sentirte incluida.

Negué. —No los conozco del todo, aún no les tengo mucha confianza. —Sentencié y aunque ya había tenido algo con Hiel, a sus hermanos apenas y les dirigía la palabra.

—Sólo decía pues creí que sería una perfecta oportunidad para familiarizarte más con ellos y convivir con otras personas de tu edad, pues bien sabes que pronto iniciarás la universidad y una vez que lo hagas, quizá no tendrás tanto tiempo para socializar amistosamente. —Concluyó y entendía su punto principal, y quizá tenía razón, pero yo no estaba segura de querer hacerlo.

Quizá si Hiel menciona la salida en los próximos días pueda que me decida por ir, claro que mi decisión también dependerá de mi periodo, pues sé que no tarda en llegar. Y cuando estoy en mis días (especialmente durante el primer día) lo único que quiero es estar acostada y llorar del dolor que los cólicos me producen.

—Tienes razón, papá, lo pensaré en estos días. —Repliqué sin ofrecerle otra negativa y él asintió satisfecho.

Mi papá Alexander siempre me había alentado a hacer amistades y rodearme de gente positiva, mientras que mi padre Dante se inclinaba más por la soledad.

"La soledad puede ser una buena amiga cuando estás feliz con tu propia compañía."

Había escrito mi padre en el primer libro que publicó en Dinamarca, había sido un éxito en el reino, tanto, que hasta se regó el rumor de que el actual rey (en ese entonces príncipe) lo había comprado. Fue un verdadero orgullo para mi padre, para la familia entera. Lo curioso de esa frase es que usualmente mi padre Dante la decía cuando mi papá Alexander sin darse cuenta comenzaba a presionarnos a ambos para que saliéramos a socializar más.

Mis padres dijeron buenas noches dándome un beso en la frente, y luego de hacerlo se fueron a su habitación diciendo que estaban agotados. Me quedé en la cocina sola, y sin siquiera esperarlo, me encontré pensando en Heber y en tan extraña escena que había presenciado.

HEBER  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora