XXXIV

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XXXIV

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XXXIV. Lo que no pudo ser.


Al despertar me encuentro a mi misma en una habitación extraña.

Las paredes son de color madera, simulando troncos sobre encima del otro. Me incorporo en la cama donde me hallaba acostada, miré el piso que también parece ser de madera y sobre este hay una alfombra enorme de color blanco.

Hay un enorme espejo con marco grueso el cual está recargado de una de las paredes, me veo en su reflejo, luzco exactamente igual que cuando me alisté para salir al mall. Intenté levantarme, pero un fuerte dolor de cabeza me hizo tambalear así que volví a sentarme en el colchón. Fue entonces cuando recordé a Heber y a Hiel clavándome una jeringa en mi brazo.

Revisé mi piel pero en esta no había piquete alguno y eso me hizo sentir peor. Llevé ambas manos a mi cabeza, me estaba punzando en una manera horrorosa.

Volví a intentar levantarme, mis converse estaban a una orilla de la cama y sin hacer movimientos bruscos me agaché para calzarme. Me acerqué a la puerta creyendo que la encontraría bajo llave, pero esta se abrió sin la menor dificultad. Miré para ambos lados de los pasillos, estos estaban vacíos y me preparé mentalmente para escapar de aquí... ¿realmente me tienen como prisionera o son solo ocurrencias de mi cabeza?

Intentando no hacer ruido salí de aquella habitación y me fui por el lado derecho esperando encontrar una salida trasera, aunque mi escape se fue rápidamente a la mierda cuando al doblar en una esquina choqué con el cuerpo de Hiel. Él venía cargando una bandeja con agua y comida, misma que terminó sobre su ropa.

—Maldita sea. —Se quejó Hiel agachándose a recoger el desastre que había causado. ¿Por qué él lucía tan normal? —¿No piensas ayudarme? —Me mira desde abajo. Cada vez me confundía más, ¿ahora qué estaba sucediendo? —Me preocupas Lærke; te desmayas, te mareas, la comida te da asco y ahora te quedas completamente ida. Necesitas que te revise un doctor, temo por tu salud.

Hiel se levanta mirándome, yo no puedo articular palabra. Él suspira y comienza a andar alejándose, lo sigo porque realmente no sé qué mierda hacer.

Bajamos por unas escaleras llegando a la sala de estar y ahí puedo ver a Heber sentado en un sillón individual viendo con volumen bajo un documental sobre osos. No le presto mucha atención y sigo a Hiel hasta la cocina donde arroja la bandeja dentro del sink.

Hiel se gira cruzándose de brazos, la mancha en su ropa es enorme. —¿Ya te sientes mejor? —Me pregunta con un tono suave.

—¿Qué me pasó?

—No lo sé exactamente, parece que te mareaste al bajar de la camioneta y luego te desmayaste. —Me hizo saber y otra fuerte punzada me causó una mueca de dolor. Hiel se acercó con rapidez a mi al notarlo y me tomó del mentón. —Dime que no te vas a volver a desmayar, realmente me estás preocupando. Deberíamos de ir al hospital.

HEBER  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora