XXXI

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XXXI

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XXXI. Tick-tock, las Mariposas Llegaron.



Si Heber pudiera escoger algo que admirar por el resto de su vida, sería una mariposa.

Las mariposas le eran fascinantes. Desde el concepto de la metamorfosis, hasta el concepto de la libertad que estas emplean al volar lejos, a donde ellas quieran, a donde el viento las lleve.

Lo único que Heber recuerda de su niñez con sumo ahínco, son las mariposas que volaban cerca de las flores que él observaba.

Y en realidad recuerda muy bien la primera mariposa que él vio; era una grande, de color rojo. A las orillas de sus alas había un margen negro, como si esas líneas oscuras resguardaran el color brillante de la mariposa, previniendo así que este se dispersara dejando un camino detrás de la mariposa.

Hay un enigma detrás de las mariposas de Heber, un enigma que Heber no está dispuesto a compartir... no de momento.

///

Quisiera decir que me negué, que le di mil pretextos para no ir con él.

Quisiera decir que no cedí tan rápido, que no caí tan fácil.

Pero no fue así.

Lo seguí hasta una troca negra, no la había visto antes en la residencia de los Hagebak. Heber le quitó la alarma y abrió la puerta por mi para que subiera, al estar dentro cerró la puerta y mientras él rodeaba la camioneta abroché el cinturón de seguridad. Dejé mi mochila sobre mi regazo, Heber no tardó en subir y al hacerlo cerró su puerta para después poner en marcha el vehículo.

La cabina olía al perfume de Heber mezclado con nicotina. No sabía que decirle, pero tenía presente que quería iniciar una conversación para no seguir en un silencio profundo.

Mientras miro por la ventana me percato de que Heber ha tomado un camino diferente, uno que va en dirección contraria a la calle de nuestros domicilios.

—¿A dónde vamos? —Pregunto mirándolo.

Heber mira fijamente el camino. Succiona su labio inferior y lo suelta luego de unos instantes. —Al bosque.

Su respuesta era vaga por no decir inútil. Casi todo Flagstaff era bosque, así que su respuesta no me daba una idea específica de a donde me llevaba.

—Creí que me llevarías a mi casa. —Comenté viendo los señalamientos que indicaban que íbamos a salir de Flagstaff.

—No deberías creer todo lo que los Hagebak decimos. —Algo me hizo sentir que esas palabras iban más allá de la situación en la que me encontraba de momento.

—¿Es un consejo? —Inquirí y él se rió, aunque no respondió mi pregunta.

Heber se salió de la carretera principal metiéndose a un camino de terracería. No reconocía este lugar, en realidad nunca había visto esta desviación. La camioneta se meció ante el camino rocoso, estaba dando pequeños brincos en mi asiento, era algo molesto.

HEBER  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora