II

14.9K 1.4K 1.4K
                                    





II. Ropa Interior.



No voltear a ver al sujeto junto a mi toma casi todo mi autocontrol.

Pese a que el asiento en el que estamos no es tan espacioso, él siempre se mantiene al margen, tratando de no pegarse a mi, y eso es algo bastante notorio.

Juego con uno de los brazaletes en mi muñeca, uno de los que acabo de comprar. No quería sacar mi teléfono porque conociéndome, probablemente se me caería y no quería arriesgarme. Respiro profundamente algo nerviosa y mis fosas nasales se llenan de la colonia del tipo a mi lado, me comienzo a sentir impaciente, realmente ya quiero que este juego se detenga para que me baje.

—Deja de mover tu pierna. —Habló de repente con una voz gruesa, ligeramente ronca haciendo notorio mi nerviosismo. —Me está distrayendo y me molesta.

No le contesté, tan sólo hice lo que él pidió no sin antes bufar, pasé mi pierna derecha sobre mi pierna izquierda y me crucé de brazos.

—Eres la nueva. —No preguntó, sentenció y me replantee que sin duda Flagstaff era un pueblo pequeño, por lo que rápido notaban los rostros extraños. Esta vez no pude evitar mirarlo, percatándome de que él no me miraba a mi, miraba las luces del pueblo frente a nosotros. —¿Quién eres tú?

—Soy Lærke Buckhøj. —Respondí con mi nombre poniendo atención a su perfil, especialmente a esos lunares que se extendían por su mejilla.

Él finalmente me miró. —Tu nombre no me dice quién eres tú. —Soltó y sus ojos azules parecieron inspeccionarme, me recorrió con su mirada por unos segundos en los que su rostro no plasmó alguna expresión. —Pero será divertido descubrirlo por mí mismo. —Pausó y sus ojos volvieron a centrarse en los míos. —Soy Hiel Hagebak, y me temo que no es un gusto conocerte.

Y tan repentino como sus primeras palabras volvió a mirar hacia adelante ignorándome. No le dije nada, porque aquí el extraño grosero era él, no yo.

El silencio volvió a consumirnos y en unos minutos la rueda se detuvo. Al llegar nuestro turno de bajar el tal Hiel se alejó sin mirar atrás, no me fijé que dirección tomó pues no me importaba, podría ser un tipo muy atractivo, pero su actitud lo había arruinado.

Comencé a caminar alejándome de los juegos mecánicos, en lugar de regresar a los puestos opté por ir a la pequeña "granja" improvisada que permitía alimentar a tres caballos y seis cabras, al parecer estos animales pertenecían a una de las familias de aquí de Flagstaff, y cada año los prestaban al alcalde para poder aportar a la beneficencia, parece que alimentar animales bonitos es todo un éxito. O al menos eso escuché decir a una de las señoras que acompañaba a un niño para que este alimentara una cabra.

Me limité a observar a los animales, no demoré mucho tiempo ahí pues comencé a escuchar a un hombre decir que se acercaran pues iban a anunciar al ganador de la mejor tarta. Quería ir, pero de un momento a otro, unos niños corrieron junto a mi empujándome de modo que tropecé con un balde de agua y caí al suelo.

Maldije en danés.

Había caído sobre mi trasero, levanté mis manos y estas tenían tierra mojada así como un pequeño rastro de sangre. Sintiéndome avergonzada alcé mis ojos notando como algunas personas me miraban curiosas, así mismo reparé en un pequeño grupo de hombres que miraban mi escena, en los cuales estaba Hiel.

Volví a maldecir en danés.

—¿Estás bien? —Una chica que lucía de mi edad se me acercó preocupada y me extendió su mano para ayudarme a levantar.

—Gracias. —Dije limpiándome la mano en mi vestido antes de aceptar su ayuda y levantarme.

—Esos niños son unos monstruos del demonio. —Se quejó la bella chica de ojos marrones. —¿Segura que estás bien? —Volvió a preguntar y yo asentí.

HEBER  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora