Capítulo 1

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Ya era la tercera vez en todo el bendito día que oía los mismos ruidos provenientes del apartamento 3B. Mi madre suele decir que la paciencia es una virtud, que las personas que la poseen tienen un espacio garantizado en el Cielo, pero que desafortunadamente yo no entraba en aquella categoría elitista. Sin embargo, creo que ella habría estado orgullosa de saber que las primeras dos veces que aquellos sonidos me fastidiaron la tarde los dejé estar.

Pero ya no más. Desde que me instalé en este apartamento intenté dar la mejor versión de mí misma ante mis vecinos, pero éste en particular me sacó de quicio incluso la primera vez que lo vi. E incluso tres meses más tarde desde la mudanza, continúa haciéndolo.

Me puse de pie de mi escritorio, dejando mi trabajo a medias, y me dirigí hacia la puerta de entrada. Atravesé sin titubear el estrecho que dividía mi puerta de la suya, y aporreé con fuerza a ésta última. Nadie contestó a los golpes en la madera al principio, pero no por eso me detuve. Cuando lo deseaba, podía ser realmente molesta. O al menos eso es lo que también suele decir mi madre, seguido a lo de la paciencia.

Finalmente, en el umbral de la puerta del apartamento 3B se reveló la identidad de aquel ser incluso más fastidioso que yo. Porque estaba segura de que si mi madre conociera a Kaiden Parker, se retractaría de sus palabras durante el resto de su vida.

—¿Qué? —espetó él, con voz firme y ronca.

Observé su semblante: me miraba con escepticismo, el mismo que tuvo aquella vez que nos cruzamos por primera vez en este edificio. Su cabello negro estaba en modo indomable, y tenía el torso desnudo; con lo cual no pude evitar que mis ojos se desviaran un poquito del objetivo. Los músculos de su tórax se presumían bastante bien a sí mismos.

—¿Me vas a decir qué quieres o te quedarás allí plantada como una boba, arruinándome los planes de la tarde? —entonces agregó, cruzándose de brazos.

Alcé mi vista, ahora más enfadada que antes. Tan sólo bastaba con que abriera la boca para que se diera a entender lo imbécil que era.

—De hecho, me encantaría arruinarte los planes de la tarde, dado que tú ya estropeaste los míos —apunté—. ¿Te importaría hacer menos ruido cuando entrenas?

Kaiden frunció el entrecejo.

—No estoy entrenando.

—¿Me tomas el pelo? Tus incesantes sonidos no me permiten concentrarme en mis tareas.

—¿Incesantes sonidos...? —Entonces, su ceño se relajó— Ah, ya. Bueno, podría interpretarse como otro tipo de entrenamiento.

—¿De qué...?

Sólo entonces observé una melena rubia moverse detrás de la figura de Kaiden. Una melena muy larga, y muy rubia, cuya portadora poseía unas piernas de muerte; caracterizada por la carencia de ropa sobre su cuerpo.

Otro tipo de entrenamiento.

Maldita sea.

—¿Kaiden? ¿Vas a volver a terminar lo que estabas haciendo? —musitó la chica, sin pudor.

El susodicho frente a mí esbozó una sonrisa de suficiencia. Sabiendo que iba a continuar fastidiándome, musitó hacia mí:

—¿Quieres unirte, Pierce? Hay espacio de sobra en el sofá —indicó.

—Antes me cortaría mi propia pierna y me la tragaría.

—No hay necesidad de ponerse extremistas —murmuró—. Apuesto a que lo disfrutarías.

—¿Cortarme la pierna y comérmela? Seguro que aún mucho más de lo que le estás haciendo a la pobre chica de tu apartamento. ¿Le pagarás la sesión de terapia una vez que la eches?

—Sabes que eso no era a lo que me refería.

Me encogí de hombros.

—Procura que si continúas con tu nuevo estilo de entrenamiento, no tenga que llamar a la policía para denunciar disturbios a la comunidad. No me hagas regresar a advertírtelo.

—Pierce, si regresas, estoy seguro de que será para otra cosa.

—Por supuesto —asentí. Kaiden enarcó una ceja—: será para cometer homicidio. Y para salvar a la pobre víctima que tienes en su sillón. No lo repetiré, Parker.

—Mensaje recibido, Pierce.

Entrecerré los ojos, dándole una última mirada de exhortación. El arete que tenía en su lóbulo izquierdo emitía un leve destello al moverse en ciertos ángulos, y aquellos ojos azules me observaban con demasiada intensidad. El cabello oscuro, que solía llevar recogido en un moño detrás de su cabeza, ahora simplemente era libre de estar donde deseaba; y varios mechones negros le contorneaban el rostro afilado que poseía como si aquello en realidad hubiera sido producto de los dioses. Entendía por qué la pobre chica que estaba en su sofá había caído rendida a aquellos encantos físicos, yo también lo hubiera hecho hace tres meses de no ser porque el imbécil abrió su boca antes de tiempo. Cualquier encanto físico se destruía al escucharlo.

—Bien —me di la vuelta, y regresé a mi apartamento personal.

Para cuando me encontraba en el umbral de mi puerta con la intención de cerrarla, noté que Kaiden aún estaba en la suya; frente a la mía. La miradita persistía, como si estuviera estudiando cada uno de mis movimientos o acechándome como a una presa. Fruncí el ceño. ¿Qué planeaba?

Me dedique a fulminarlo con la mirada, y entonces cerré mi puerta de un portazo bastante audible. Cerré mis ojos, coloqué las palmas sobre la madera que componía el material pintado de blanco, y emití un suspiro. Sería un extenso año hasta que mi contrato de alquiler se renovara y pudiera largarme a un lugar más amable; o al menos a un sitio en el que no tuvieran a un Kaiden Parker tocándome los ovarios.



Dos horas más tarde de aquel acontecimiento, incluso sin sonidos procedentes del 3B era incapaz de concentrarme para continuar mi proyecto. Mi cerebro se resistía a cooperar en el lienzo que tenía frente a mí; y, por el contrario, lo que éste realmente deseaba hacer era revivir la escena sucedida en el corredor hace ciento veinte minutos contra mi voluntad. Nunca había entrado en el apartamento de Kaiden —y de hecho no quería hacerlo—, pero por lo que había alcanzado a ver desde la entrada, y con su cuerpo fornido impidiéndome la visión completa del mismo, tenía el sitio bastante pulcro. Aunque puede que tampoco hay prestado demasiada atención a la pulcritud del mismo por la muchacha rubia que irrumpía mi escáner a la propiedad ajena, pero daba igual. Ni siquiera sabía por qué estaba dándole vueltas al asunto, carecía de importancia vital.

Me puse de pie del escritorio con la intención de prepararme un té de durazno, a sabiendas de que siempre me ayudaba a encontrar la inspiración. Cuando había colocado el agua a calentar, un chillido me sobresaltó. Un chillido proveniente del pasillo.

Confusa, me encaminé hasta la puerta de mi apartamento. La abrí y no noté a nadie en particular. Pero entonces, otra vez se produjo aquel sonido femenino. Alcé la mirada. Procedía del 3B.

Maldita sea, Kaiden. Con la intención de aporrear nuevamente a su puerta hasta destrozarla o tirarla abajo, subí mi puño para que se estrellara en la madera reiteradas veces con furia. Pero el siguiente sonido me dejó desconcertada y petrificada en el sitio: la chica gritaba el nombre de Kaiden. No, no su nombre. Su apellido.

Como solía llamarlo yo.

Parker.

No era la primera vez que escuchaba a una mujer gritar el nombre de Kaiden desde su apartamento personal, pero sí era la primera vez que escuchaba que chillaban su apellido por placer. Y aquella era la cuestión: sólo yo lo llamaba así, como él me llamaba por mi propio apellido; un modo de hacernos entender nuestro odio mutuo. Pero ahora su apellido tomaba un nuevo significado, asociado con el placer, y al sexo, y...

Maldita sea, Kaiden.

Ahora no podría quitarme la imagen de la cabeza.

Apreté el puño, enfurecida, y rehíce el trayecto a mi apartamento sin causar ninguna otra escena cuyo recuerdo mi cerebro adoptara como pasatiempo favorito cuando no quisiera concentrarse en las tareas.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora