Capítulo 66

18 4 0
                                    

En la mesa, Kaiden se encontraba a mi lado. Frente a nosotros teníamos a Rose, con una amplia sonrisa cordial en su rostro, y a Victor, su esposo; que había llegado a casa tras la jornada laboral hacía unos diez minutos. Éste último se había mostrado confuso al notar que tenían visitas, pero en cuanto Rose le explicó quién era yo, una sonrisa amable le cruzó el semblante.

Kaiden, no obstante, continuaba receloso. En aquel momento, escondía su verdadera reacción mientras bebía agua de un vaso de cristal, que afirmaba entre sus dedos con fuerza. Esos dedos que minutos atrás habían estado haciendo maravillas en mi cuerpo...

No te muevas —había dicho él, cerca de mi boca mientras nos encontrábamos en la misma tumbona—, no queremos levantar sospechas.

Kaiden... —tuve que reprimir el gemido que amenazaba con brotar de mi garganta sin pudor.

Tras aquello, había esbozado una sonrisa ladeada.

¿Quieres decirme algo, Thea?

Me mordí el labio inferior para evitar jadear. Sus dedos se movían dentro de mí de una forma tortuosa, haciendo que mi sangre hirviera del deseo. ¿Cómo era posible que, en menos de veinticuatro horas, ya hubiésemos estado en situaciones similares por lo menos tres veces? Kaiden realmente era mi perdición. Era la perdición de mi cordura, y de mi corazón.

¿Es un secreto? —insinuó, dado que no había respondido— En ese caso...

Se había inclinado aún más sobre mí, colocando su oído a la altura de mis labios. Y tras aquello, había implementado un ritmo más consistente con su mano. Proferí un gemido que viajó directamente a su oído, provocando en consecuencia que otro sonido grave emanara de las cuerdas vocales del chico que me estaba enloqueciendo.

Cuéntame más secretos, Thea —murmuró entonces, haciéndome estremecer con su aliento cerca de mi piel.

Rememorar aquello hacía que mi interior se contrajera de placer. Aún tenía secuelas de aquello que habíamos hecho en el jardín trasero de su hogar, pese a que en aquel preciso momento estaba enfrentando a sus dos padres.

Intenté mantener mi semblante sereno y relajado, jugando con mi mejor cara de póquer mientras cenaba con Kaiden y su familia.

—¿Cómo ha estado el trabajo, cariño? —le preguntó Rose a Victor, mientras servía la cena en la mesa.

—Oh, ya sabes. Agotador, como siempre, pero entretenido con los nuevos casos que se han presentado —contestó su marido. Luego, observó la cena que Rose había preparado—. Se ve espectacular, cielo.

Y así lucía: Rose había sobrepasado los límites con la cena, que constituía en un poco de pollo condimentado con patatas fritas y algunas verduras. Mucho mejor que los espaguetis que yo le hacía a Cassie, para variar.

Rose le brindó una sonrisa de satisfacción a Victor, y comenzó a servir la comida. En cuanto mi plato llegó a mi sitio, le agradecí a la mujer, y tomé el kétchup que mantenían en la mesa para ponérselo en mis patatas.

—Oh, ¿tú también haces eso? —inquirió Victor.

Elevé mi mirada hasta el hombre, confusa. Éste me observaba curioso.

—Es delicioso, ¿verdad? —le sonreí.

Vaya, finalmente encontraba a alguien que no juzgaba la apariencia de las patatas fritas con kétchup. Y que, incluso, le gustaba.

Victor negó con la cabeza.

—No lo he probado, realmente. Pero Kaiden dice que es una genialidad.

Me detuve en seco. Mis pensamientos se dispersaron, y lo único que fui capaz de hacer fue voltearme en dirección al muchacho en cuestión.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora