Capítulo 99

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No sabía qué hora era para cuando finalmente decidí separar los párpados y recobrar la consciencia. Al comienzo, todo el día anterior pareció muy lejano e incluso un sueño: irreal, producto de mi imaginación.

Luego, observé mi entorno mientras estudiaba cada centímetro cuadrado del dormitorio. Y la comprensión me embargó hasta hacer que mis ojos se volvieran a humedecer pese a haberme deshidratado a lágrimas la noche anterior.

Me permití unos momentos para intentar recobrar la compostura. Respiré profundo mientras sentía las sábanas de la cama desconocida envolverme, a la vez que observaba las motas de polvo que ingresaban a la habitación a causa de la luz solar filtrada por las puertas de cristal. Todo estaba sumido en un silencio intenso, aunque distinguía claramente el murmullo de las olas del mar a una distancia prudente.

Lo siguiente que noté fue que Kaiden no se encontraba a mi lado. Aquello asentó un sentimiento extraño en mi estómago, ya que no esperaba que no estuviera junto a mí. Lo había estado durante toda la larga noche hasta que me dormí en sus brazos por el agotamiento, de modo que probablemente le debía una disculpa por haber reaccionado de aquella manera.

Tomé una bocanada de aire mientras me establecía lo suficiente. Me senté sobre el colchón, moviendo las sábanas y el edredón. Hice acopio de lo que me restaba de fuerza de voluntad para desplazarme fuera de la cama, aun sabiendo que permanecer bajo las sábanas era lo único que me apetecía hacer. No tenía ánimos de salir de aquel cuarto y enfrentar la realidad, no cuando ésta se sentía demasiado densa tanto sobre mí como alrededor mío.

Mis pies descalzos se posaron sobre el suelo y me impulsé hacia arriba. Con pasos pequeños me aproximé hacia mi ropa, pero la camiseta de Kaiden me atraía mucho más. No sabía dónde estaba él, y realmente quería tenerle cerca. De modo que no lo razoné de más: tomé la prenda entre mis dedos y la pasé por mi cabeza hasta que me cubriera todo el torso y medio muslo.

Acto seguido, emergí del dormitorio. Las paredes de la casa eran profundamente desconocidas para mí, pero sí tenía algunos recuerdos vagos de la estructura que poseía. Es por eso que en primera instancia me dirigí a la cocina que estaba conectada a la sala de estar sin muros. No sabía exactamente a dónde me dirigía y el motivo, pero la ansiedad estaba chillándome que continuara moviéndome. De lo contrario, me hundiría en una cama que no me pertenecía y todo se iría al diablo; más de lo que ya se había ido.

El salón estaba vacío, ni rastro de Kaiden por ningún lado. Solté un bufido, pero entonces localicé mi bolso sobre el sofá. Fruncí el ceño, ya que no recordaba haberlo dejado allí. Kaiden debió haberse ocupado de todo anoche luego de que me hubiera dormido. No resultaría tan extraño, ya lo había hecho una vez con anterioridad.

Me acerqué hasta el bolso y lo abrí para tomar mi móvil y encenderlo. Apenas alcanzaba el treinta por ciento de batería, pero era suficiente como para verificar todas las llamadas perdidas de mi madre que había ido recibiendo el teléfono durante la noche. Por lo menos, había dieciséis de ellas. Y el doble de mensajes de texto implorándome que regresara y hablara con ella.

Gruñí en voz alta mientras sentía la furia circular por mi sangre como si se tratara de gasolina. Ignoré sus llamados y textos, y me enfoqué en lo que realmente concernía: revisar el resto de las notificaciones del celular. Tenía un mensaje de Lydia, que expresaba que en cuanto me fuese posible le telefoneara. Al observar la hora, comprendí que quizás era un buen momento para hacerlo; después de todo era sábado por la tarde.

Carajo. ¿Había dormido tanto tiempo? Supongo que cuando tu corazón se rompe realmente necesita del tiempo necesario como para prepararse para sanar día a día. Y si eso incluía dormir durante más de doce horas, pues bueno. Ya sabía que aquel era un órgano que obedecía a caprichos.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora