Capítulo 73

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Despertar la mañana siguiente fue algo completamente diferente a lo que estaba habituada. En primera instancia, porque estaba desnuda. Y en segundo lugar, porque me encontraba acompañada.

Parpadeé unas cuantas veces para adaptar mi visión a la claridad que me ofrecía mi dormitorio. Estudié mi entorno con precisión y cautela, inspirando profundo antes de que mis ojos cayeran sobre la persona que dormía junto a mí. Kaiden, también sin ropa, se encontraba con los párpados sellados a mi lado; con los labios entreabiertos e íntegramente apetecibles. Reparé al mismo tiempo en su postura: boca abajo, permitiendo que mi mirada se deleitara con su espalda descubierta, con un brazo flexionado sobre una de las almohadas. El cabello azabache le caía sobre su rostro de forma descuidada, envolviendo sus facciones faciales de forma natural y libre.

Su respiración era lenta, su semblante relajado. Y reconocía que era una vista que no podría olvidar nunca; sabiendo a su vez que iba a desear repetirla con frecuencia.

Habíamos dormido muy poco durante la noche, consecuencia del frenesí que nos había poseído tras una semana sin tener contacto físico. Ni Kaiden y yo habíamos sido capaces de apartarnos las manos mutuamente durante un segundo desde que montamos en el elevador la noche pasada, y tenía que admitir que Lydia había tenido razón: Kaiden me había hecho pagar todas las provocaciones que le produje en los últimos días. Y no me quejaba en absoluto.

Me giré sobre mi eje, removiéndome entre las sábanas, para recostarme de lado y observarle con más escrúpulo. Sí, definitivamente era una imagen que quería tener presente a diario...

El brazo de Kaiden se enganchó a mi cintura y me atrajo hacia él. Solté un chillido ahogado de la sorpresa, y entonces sentí cómo su rostro se enterraba en la piel de mi cuello.

—¿Disfrutabas de la vista? —murmuró contra mi piel desnuda.

Su aliento sobre ésta hizo que se me erizara sin reparos. Y la voz grave que poseía por haberse despertado bien podría haber sido la causa de mi muerte.

—Bastante —contesté, en un suspiro.

—Mm.

Deslicé las manos por su pecho. Kaiden imitó el gesto, pasando las palmas de las suyas por mi espalda. La piel comenzaba a arder en cada sitio que tocaba.

—Buenos días —musitó él, depositando pequeños besos sobre mi garganta.

—Sí que son buenos —repuse, estremeciéndome con el contacto de su boca.

—¿Quieres que sean mejores? —Inquirió, deslizando las yemas de sus dedos hacia mis caderas— Pasemos el día encerrados en el apartamento.

—¿Quieres quedarte todo el día en la cama conmigo? —repetí, apreciando la tentación de la idea.

—No, no en la cama —arguyó—. Es un buen elemento, y una buena idea de hecho, pero mi intención es hacerte mía en todos los sitios de tu casa. Y cuando ya no quede sitio alguno por explorar, nos vamos a la mía y empezamos de nuevo.

Solté un gemido ante sus palabras sugerentes. Maldita sea, Kaiden sabía cómo encender un fuego y propagar las llamas hasta que se transformara en un incendio peligroso en cuestión de segundos.

—Te gusta la idea, ¿no es así? —La lengua de Kaiden se deslizó por mi cuello de una forma tortuosa.

En respuesta, clavé las uñas en la carne de su pecho.

—Lo tomaré como un sí —repuso, divertido.

Y era un sí, definitivamente. La idea hacía que se esparcieran mariposas por todo mi estómago ante la expectación, pero no podíamos simplemente vivir en nuestra burbuja aislada durante todo el fin de semana. Se volvería una adicción, y haría que volver a la realidad repleta de responsabilidades fuera aún más difícil con cada segundo que transcurríamos juntos en la privacidad de una misma habitación.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora