Capítulo 83

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Entre todas las cosas que había planeado para aquel lunes, mantener una entrevista de trabajo para el puesto en la galería que Victor me había ofrecido —y que Kaiden había gestionado— era una variante en la rutina de siempre. Debía admitir que me moría de nervios, dado que aquella podía ser la vía de escape que había estado esperando desde mayo. Por eso, cuando me encontré con Lydia e Isaac en la facultad, no pude evitar arrollarlos con aquella nueva información.

Mis amigos reaccionaron con euforia.

—¿Es en serio? —Lydia puso los ojos como platos, una sonrisa amplia esbozándose en su semblante.

—Sí —asentí, ilusionada.

—¡Carajo, ya era hora! —chilló ella.

Luego, me estrechó entre sus brazos. Isaac se le unió, conformando un abrazo grupal, ambos deshaciéndose en felicitaciones. Durante el breve período libre que disponíamos antes de entrar a clases se limitaron a interrogarme acerca del puesto y de sus implicancias.

—Kaiden dijo que era una galería en el centro de la ciudad —expliqué—. No me ha dado más detalles que la información acerca del lugar, y de la hora en la que debo acudir hoy.

—Eso es de puta madre, Thea —asintió Isaac—. Finalmente podrás irte de aquel asqueroso lugar.

Suspiré. Aquello era lo que más me serenaba, de entre todas las cosas. Sin embargo, no era un alivio total, dado que lo primero que debía averiguar del nuevo trabajo era el salario. Mínimamente debía cumplir con el monto que me permitía subsistir a diario, y del presupuesto mensual para Cassie más contingencias. Por más ideal que fuera el cargo, aquella condición no era negociable. Y me dolería en el alma tener que rechazarlo por aquella cuestión.

Transité la mañana sin inconveniencias a partir de allí. Acudí a todas mis clases del día, puse atención en ellas y apunté una enorme cantidad de información relevante para los exámenes. Me sentía llena de energía, radiante y plena. Y sabía que en gran parte era gracias a la persona que vivía frente a mi hogar.

Y era algo sumamente impresionante la forma en que las perspectivas de las cosas solían modificarse constantemente, evolucionando conforme al avance del tiempo. Era algo completamente curiosa la manera en que determinados eventos desencadenaban otros, y cómo determinadas circunstancias hacían transformar los procesos que estos conducían. Era más o menos igual al arte, a la forma en la que se podía construir un lienzo a partir de una idea ambigua para luego hacerla madurar en un concepto. Al parecer, la vida y el arte se asemejaban más de lo que como humanos podíamos reconocer.

En aquello pensaba mientras recorría el trayecto que Kaiden me había indicado hace unos días para llegar a la galería de arte en la que aguardaban por mí. Miré la hora en mi móvil: aún me quedaban quince minutos de sobra, pero mis entrañas se removían inquietas de ansiedad. Inspiré profundo mientras doblaba en una esquina de la manzana. Y entonces vi el letrero del local, pintado de un color celeste pastel.

Me acerqué hasta la fachada de la edificación, estudiándola con cautela. Era sobria, claro, pero tenía su encanto profesional. Tenía grandes ventanales que permitían el acceso a la luz solar, algo imprescindible para enseñar obras artísticas.

Flexioné los dedos de mis manos a los costados de mi cuerpo. Podía hacer esto, debía hacerlo. Me merecía hacerlo.

Sólo entonces, oí el tintineo de una notificación de un mensaje de texto en el celular. Lo tomé nuevamente, mirando la pantalla.

Era un texto de Kaiden.

Lamento no estar allí para darte apoyo moral, pero aun así te deseo éxitos en la entrevista. Conociéndote, ella debería temerte a ti. Te amo, nos vemos más tarde.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora