Capítulo 90

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—No puedo creerme que me hayas convencido de esto —farfulló Isaac.

—Eh —dije yo—, que nadie te está obligando a nada. Quien se tatúa soy yo.

Isaac murmuró otras maldiciones que hicieron que Lydia comenzara a reír.

—Tiene razón —señaló mi mejor amiga—. Tú simplemente no quieres que tenga su merecido protagonismo.

—Eso no es cierto.

—Lo es —afirmó Kaiden a mi lado.

Isaac lo taladró con la mirada.

—¿Alguna vez te han dicho que eres sumamente irritable?

Kaiden ladeó una sonrisa. Luego, me miró de reojo.

—Sí, un par de veces —admitió.

Yo reprimí la sonrisa cómplice mientras ingresábamos al local de tatuajes.

Hace unos días, había desarrollado una especie de momento eureka. Simplemente estaba involucrándome mucho con uno de mis trabajos para la facultad, y entonces... contemplé el resultado en el papel. No era lo que había estado buscando, ni siquiera pensando, pero me pareció tan real y acorde a mi vida que necesitaba verlo todos los días sobre mi piel como recordatorio.

Una cosa llevó a la otra, claro, y entonces Lydia había insistido en acompañarme. Por carácter transitivo, lo hizo Isaac. Y de parte de Kaiden, a él simplemente no le gustaba estar apartado de mí. Yo no tenía quejas respecto a eso.

Y hasta hace dos calles atrás, Isaac y Lydia habían intentado convencerme de que les contase mi idea del tatuaje. No lo hice, de hecho ninguno sabía qué era lo que iba a tatuarme; ni siquiera Kaiden. Y, entonces, en un ataque de impulsividad y desafío, Isaac soltó:

—Pues de acuerdo, entonces yo no te enseñaré lo que me tatúe.

Lydia había arqueado una ceja.

—¿Te tatuarás también?

—Sí, ¿por qué no? Pero Thea no tendrá permitido verlo.

Yo había puesto los ojos en blanco, mientras oía cómo Kaiden soltaba una risotada a mi lado.

—Pues porque, para empezar —había apuntado Lydia—, odias las agujas.

—Te pincharán constantemente —provocó Kaiden—. Miles de pinchazos en tu piel. Y luego te picará. Será una tortura.

Me había mordido el labio inferior para evitar carcajearme ante la expresión facial de mi mejor amigo.

Isaac terminó por tragar saliva. Luego había sacudido la cabeza.

—No, no caeré en eso. Tendré mi propio tatuaje, y Thea no lo verá jamás. De hecho, es la mejor idea que he tenido en toda mi vida...

Pero en cuanto Isaac ingresó al local detrás de nosotros, con su mano entrelazada a la de Lydia, su semblante se modificó repentinamente. Sus ojos se abrieron como platos al examinar la fachada interna del lugar, y entonces su mirada recayó en la decoración y las fotografías de los tatuajes en las paredes.

—Esta es la peor idea que he tenido en toda mi vida —concluyó por lo bajo.

Lydia estalló a risotadas. Yo la imité.

—Oh, vamos, Isaac. ¿Qué pasó con tu orgullo? —se burló Lydia.

—Las agujas lo pincharon —masculló en respuesta—. Y creo que preferiría que sólo pinchen aquello.

—Ay, por favor. ¡Mira! Hasta Kaiden permitirá un par de pinchacitos en su pulcra piel.

Fruncí el ceño, dirigiendo mi vista hacia donde estaba el chico en cuestión. A tan sólo unos metros de mí, había tomado asiento en una de las butacas. Junto a él había otro hombre tatuado y con perforaciones en el rostro, tomando los elementos necesarios para realizar su tarea.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora