Capítulo 37

26 4 0
                                    

La velada fue mejor de lo que había esperado. Efectivamente, había superado mis expectativas sorprendentemente. Considerando que el mejor escenario que había considerado era haberme largado en cuanto Kaiden puso pie en la pista de bolos, el hecho de que el juego haya sido divertido junto a él y que la cena haya resultado de lo más interesante con Kaiden frente a mí, me había asombrado gratamente.

Nos encontrábamos sentados en una de las esquinas del local, compartiendo dos porciones de patatas fritas entre los cuatro; con cuatro vasos de cerveza distribuidos sobre la madera. Lydia estaba a mi lado, ya que tácitamente había comprendido que su lugar era allí, y Kaiden e Isaac se encontraban enfrentándonos al otro lado de la mesa. Más concretamente, Kaiden me hacía frente cual espejo; lo que permitía que nuestras piernas se rozasen bajo la misma.

Suprimí un estremecimiento cuando lo hizo la primera vez. Y me encontré apretando mis muslos entre sí cuando, al hacerlo la segunda vez, me brindó una mirada intrigada y cómplice.

En aquel momento, mientras que sus ojos se posaban sobre los míos de una manera que debería estar prohibida, Lydia movía los labios sin parar mientras decía:

—No creí que fuera tan divertido, de veras. No me refiero al hecho de que nos hayan pateado el culo en la pista, obvio, sino el juego en general. Kaiden, hablo en serio cuando digo que la próxima vez formaremos equipo.

El chico en cuestión la miró, sonriendo de costado, mientras continuaba moviendo su pierna contra la mía. Tragué saliva. ¿Cómo podía actuar tan... normal y natural, cuando lo que estaba haciendo era completamente inapropiado? ¿Cómo le era posible mantener un semblante apacible si es que yo, en el lado opuesto que él ocupaba, estaba a punto de hiperventilar?

Inhalé profundo para tomar control de mi frenético corazón.

—¿Sabes? —Contestó él— Me agrada la idea. Significa que no fui lo suficientemente despreciable como para que vetaran la idea de volverme a invitar.

—Bueno, técnicamente —señaló Isaac—, nunca fuiste invitado. Eres un reemplazo.

Kaiden se encogió de hombros.

—Eso puede ser cierto, pero no quita que los hayamos destrozado. Apuesto a que Thea está agradecida de que no haya sido Calvin quien se ha presentado hoy —repuso, observándome detenidamente—, ¿verdad, Pierce?

Hubo mucho en aquella frase que apenas fui capaz de captar, por varios motivos: motivo número uno, el contacto permanente de su pierna contra la mía. Distraía con efectividad. Motivo número dos: me había llamado por mi nombre de pila. Difícilmente lo hacía, por lo que me tomó con la guardia baja. Y motivo número tres, había mencionado a Calvin; a quien me resultó complejo recordar, dadas las razones anteriores.

Luego me percaté de que todos aguardaban una respuesta por mi parte.

Mierda. ¿Qué era lo que Kaiden me había preguntado?

—Eh... —balbuceé. Mis ojos se dirigieron a Kaiden, cuya ceja ahora se curvaba hacia arriba y cuya pierna, por debajo de la mesa, continuaba con su propia tarea clandestina— Sí.

Kaiden sonrió de satisfacción y suficiencia.

—Es bueno que tengamos amigos en común, ¿no crees?

Tragué duro.

Dudaba seriamente que Calvin ingresara en la categoría de amigos para Kaiden, dado lo que habían estado a punto de hacer cuanto los encontré hace unos días en el pasillo. Pero no tenía la concentración necesaria para señalar aquel detalle en particular.

—Supongo. Quiero decir... Podría haber sido mucho peor.

—Vaya, qué halago —ironizó Kaiden, con una mueca burlona—. Presumo que no podía esperar otra respuesta viniendo de ti.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora