Capítulo 42

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Con el examen de hoy ya resuelto, sólo restaba uno más para finalmente iniciar las vacaciones académicas. Aquello me brindaba una sensación de satisfacción y entusiasmo aún mayor de lo que había creído en su momento, dado que a su vez significaba que sólo me quedarían otros seis meses más para finalmente graduarme.

Le estaba comentando precisamente aquello a mi madre por teléfono mientras regresaba a casa andando.

—Oh, bueno —mencionó ella—. Supongo que eso está bien. De esa forma, tendrás más tiempo para dedicarle a tu empleo.

Parpadeé, confundida, y casi me detuve en seco en plena calle.

¿El hecho de que trabajara y aportara dinero era todo lo que le interesaba a mi madre? Graduarme de la universidad suponía todo un logro para mí, dadas las circunstancias, ¿acaso mi madre no podría siquiera fingir felicidad?

Apreté los dientes mientras le contestaba.

—Mamá, sí entiendes a lo que me refiero, ¿no? Una vez que me gradúe, renunciaré al salón de belleza.

Mi madre no respondió de inmediato. El silencio sepulcral fue abrumador, y hasta consideré que se había cortado la línea por alguna extraña razón.

—Thea —Mi madre siseó—, no puedes... El dinero...

—Buscaré otro trabajo. Uno que se ajuste a mis capacidades.

—Pero, ¡éste lo tienes asegurado! ¿Cómo sabes que realmente encontrarás lo que buscas? Quizás deberías reflexionarlo mejor...

—No, ni hablar. Todo el objetivo de estudiar en la facultad era que me permitiese un mejor futuro. Mi futuro no está en la peluquería.

—¿Y en dónde, hija, entonces?

Me encogí de hombros mientras recorría la acera.

—No lo sé. En alguna galería de arte. O quizás me contrate alguna compañía relacionada a las Bellas Artes. Tal vez incluso pueda impartir clases.

—Thea, reconsidéralo, por favor. No podemos darnos el lujo de que alguna de las dos entre en paro —pidió, desesperada—. El dinero actual funciona perfectamente.

Ya, porque ella no conocía los recortes de gastos que había estado haciendo últimamente para proporcionarle a Cassie los medicamentos, el uniforme del colegio, la tutora... Por no mencionar todo aquello que apenas podía adquirir para mí misma. Si Paulette decidía subir el precio de la renta, estaría perdida. Desalojada en la primera respiración sobre la factura del alquiler.

—Ya lo he considerado, mamá. Pero tú ten calma, no abandonaré a Cassie. Puedes continuar contando conmigo.

Mi madre suspiró.

—Sé que sí, cielo. Es sólo que... me preocupa que salga mal.

—No lo hará, confía en mí.

—Mm. De acuerdo —concedió. Y entonces, decidió cambiar de tema—. ¿Te molestaría cuidar de Cassie este fin de semana? Te he comentado acerca de la convocatoria de empleos, ¿cierto? Pues se adelantó.

¿Tan pronto? Emití un suspiro. Bueno, a decir verdad, no había planeado nada para el sábado o el domingo. Además, echaba de menos a mi hermana.

—Claro, tráela. ¿Cuándo vendrás por ella?

—El lunes temprano, si los planes no cambian. La llevaré el sábado por la tarde, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

Hablé unos momentos más con mi madre a través del teléfono. Después de que hubiésemos convenido el horario específico en que Cassie llegaría, me despedí y colgué. Había llegado al edificio, por lo que ingresé rápidamente y llamé al ascensor. Éste acudió velozmente, abriendo sus puertas para mí.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora