Epílogo

20 2 0
                                    

Saqué una de las cajas de cartón del coche, no sin esfuerzo.

—Carajo, Lydia, ¿qué traes aquí? —farfullé.

—Todo un suplemento de tequilas. Lo básico, Thea —bromeó.

No pude evitar reírme. Recogí la caja con fuerza, manteniendo el equilibrio de mis pies para evitar tropezarme en el trayecto a la recepción del edificio.

—¿En serio sigues pensando que esta es una buena idea? —inquirí, una vez que volví al automóvil.

—Por supuesto que sí. Lo peor que puede suceder es que nuestra amistad sea puesta a prueba —se jactó ella.

—¿Eso es lo peor que puede pasar? —Enarqué una ceja— ¿Qué hay de si tú e Isaac rompen? ¿No será incómodo?

—En primer lugar, nunca romperemos —puntualizó—. Hemos superado muchas barreras en nuestra relación, se nos ha puesto a prueba de muchísimas maneras creativas durante varios periodos. Vivir en el mismo edificio no supondrá un conflicto. Si lo permitimos, es que somos estúpidos.

Volví a reírme.

—Y en segunda instancia —se aclaró la garganta, sacando otra caja del vehículo—, quizás eres tú la que tiene más jodida la situación.

—¿Yo? —parpadeé, confusa.

—Vivir con Kaiden es completamente diferente a vivir en frente suyo —señaló, con una mueca.

Sabía a qué se estaba refiriendo: si él y yo rompíamos por alguna situación en el futuro, me quedaría sin hogar.

Sacudí la cabeza. Eso no iba a ocurrir, no bajo mi guardia.

—La verdad, ya no hay diferencia alguna. Los últimos meses apenas he pisado mi casa. Es mucho más económico y eficiente vivir juntos de una vez por todas.

—Ajá. Económico y eficiente —repitió, poniendo los ojos en blanco—. Maldita sea, que eso sería algo que diría Isaac.

Solté una carcajada.

—Bueno, pero es cierto —musité.

—¿Sólo te mudaste con él porque supondría menos dinero gastado en la renta?

—Bueno, le odio, ¿recuerdas? ¿Por qué me mudaría por otra cosa? —bromeé.

Lydia se contagió de mi risa.

La verdad, no creía que hubiera sido una decisión precipitada; no tras todo lo que habíamos vivido juntos los últimos meses. Alguien externo podría considerar que nos estábamos apresurando a tomar decisiones de esta magnitud, pero yo no lo veía así. Sí, le había conocido hace unos meses, y apenas hace poco que nos habíamos formalizado de forma oficial. Pero la forma en la nos sentíamos el uno con el otro era algo inexplicable. No podía ponerse en palabras, porque era la misma representación del amor: abstracta, pasional, resplandeciente. Nuestros corazones latían al unísono en una canción que sólo ellos podían entender, y no esperaba que la gente lo comprendiera del mismo modo que nosotros. Nunca lo harían, no si nunca habían vivido un amor de tal dimensión.

Y me bastaba con saber que Kaiden y yo nos comprendíamos sin mediar palabra. Nuestros corazones se entendían, y al final del día era aquello lo que realmente importaba.

De modo que ni siquiera lo pensé cuando me ofreció vivir con él. Teníamos todas las razones del mundo, así que, ¿por qué no?

En aquel momento, Isaac emergió del complejo de edificios. Él ya había terminado su mudanza al 3E hace unos días y ahora, por defecto, se encontraba asistiendo a Lydia en la suya.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora