Capítulo 36

28 4 1
                                    

Disfruta la vista. Ahora comprendía lo que había querido decir Calvin, claro. Todo apuntaba a que realmente no había tal virus estomacal, no si enviaba a Kaiden conociendo la tensión que entre nosotros abarcaba.

Maldito infeliz.

Los tres, Isaac, Lydia y yo, observamos cómo Kaiden se calzaba los zapatos para la pista de bolos con total impunidad e inocencia. De ninguna manera iba a permitir esto, no se suponía que él debía estar aquí.

—De ninguna jodida manera —espeté, en voz alta.

Aquello hizo que tanto Isaac como Lydia me miraran. En los ojos de ella se veía la compasión, mientras que en la mirada de mi amigo había resignación.

—Pues es un cuarto jugador —farfulló Isaac.

—No voy a jugar con él —repuse, mientras negaba con la cabeza—. Me largo de aquí; jueguen ustedes dos.

—¿Qué? —Isaac alzó las cejas, dedicándome toda su escucha— No, Thea, no hace falta que hagas eso.

—Claro que sí. No pienso estar bajo el mismo techo con él.

—Thea... —comenzó Lydia, pero entonces observó a Kaiden ingresar a las pistas y dirigirse hasta nosotros— Puede que no sea tan malo.

—No me quedaré aquí para verlo —musité, mientras tomaba mis cosas.

Recogí mi bolso de los asientos y me volteé. Retrocedí unos pasos al notar que Kaiden ya estaba entre nosotros, con las manos dentro de los bolsillos de sus vaqueros, mirándome directamente a mí.

—¿Y ahora qué ocurre? —inquirió.

¡Cómo si no lo supiera!

Isaac suspiró.

—Cree que eres el mal encarnado.

Ante ello, Kaiden sonrió de costado; casi orgulloso.

—Me marcho —espeté, sin esperar nada más.

No me detuve a despedirme de mis amigos, sino que pasé junto a Kaiden para irme. Sin embargo, él se movió antes de que pudiera dar un paso más; enfrentándome.

—¿Por qué te vas?

—Porque, sinceramente, no quiero tener que compartir el oxígeno contigo en un mismo lugar.

Él arqueó una ceja. Vi en sus ojos lo que estaba pensando: en que, para eso, ya era demasiado tarde. Muchas veces estuvimos haciéndolo, si analizábamos con objetividad las situaciones.

—Thea —llamó Isaac—, creo que estás siendo un poco... inmadura.

—¿Qué? —repuse, observando a mi amigo.

—No es necesario hacer un drama de esto —ahora, Kaiden habló delante de mí. Desvié mis ojos hasta sus azules—. Podemos llamar a una tregua, si así lo prefieres.

—Antes me corto un brazo y me lo trago.

Él rio.

—Sí, ya había escuchado algo similar antes.

—Creo que una tregua suena bien —añadió Isaac más allá.

Escuché a Lydia decir:

—¿Pero qué te pasa a ti? ¿Ahora eres el mejor amigo de 3B, su representante?

De soslayo, vi que Isaac se encogía de hombros; pero no dijo absolutamente nada al respecto.

No obstante, toda mi atención estaba puesta en Kaiden. No ejercíamos una cercanía como la del lunes, pero de dar un paso al frente bien podría ser la imitación exacta. Le sostuve la mirada con firmeza, conociendo el cabreo que recorría mis venas, y él no la desvió. Era una batalla ardua, un combate donde sus zafiros se encontraban con la tormenta de mis irises desiguales. Sus ojos me estudiaban con discreción, pero no por ello parecían menos intrigados y potentes. Había una energía en estado puro detrás de ellos, y era consciente del autocontrol que estaba profesando Kaiden para no dejarla suelta.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora