Capítulo 45

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Mi madre me sonreía desde el umbral de la puerta de mi hogar. Su cabello color caoba estaba recogido en una coleta baja detrás de su cabeza, y sus ojos verdes me estudiaban con alegría sincera. La sonrisa que exhibía demostraba las arrugas en su cara, que señalaban los buenos años que traía encima. A su lado, sostenía a mi hermana menor de la mano.

Cassie traía su cabello rubio trenzado, un poco más largo de lo que recordaba. Vaya, ¿cuánto tiempo había transcurrido desde la última vez que le había visto? Al encontrarme con su mirada, Cassie chilló. Se soltó de la mano de mi madre y se abalanzó hacia mí.

—¡Thea! —me rodeó las piernas con sus bracitos.

—¡Hola, Cass! —exclamé yo, ahora con euforia. Reencontrarme con ella siempre ocasionaba el mismo efecto.

—Gracias por hacer esto, hija —dijo mi madre.

Sacudí la cabeza.

—No es nada.

Sentí cómo las manos de Cassie abandonaban mis piernas para adentrarse en mi apartamento. No era la primera vez que se quedaba en él desde que me había mudado hace cuatro meses, por lo que ya reconocía cada rincón del mismo como si fuera su propio dormitorio.

Mi madre me cedió la mochila de mi hermana.

—Tiene todo lo necesario para dos días —comentó—. Asegúrate que se cepille los dientes en las noches, la he atrapado evadiendo aquella tarea.

—Por supuesto.

—¡Oh, hola! —Exclamó la vocecita de mi hermana desde el interior de mi casa— ¿Eres amigo de Thea?

Fruncí el ceño. Y luego recordé: Kaiden aún se encontraba en mi apartamento. Maldita sea.

Noté la ceja arqueada de mi madre, expectante. Suspiré.

—No estaba planeando recibir visitas específicamente —indiqué.

—Oh, ya sabes que eso no me importa. ¿Me permites saludar a Lydia?

Parpadeé.

—Eh... No es Lydia, precisamente —murmuré.

Mi madre se mostró confusa.

—¿Isaac? —atinó a adivinar.

Negué con la cabeza, mordiéndome el labio inferior.

No era como si particularmente le hubiera descrito a mi madre mis propios dramas con el vecino del 3B; ella ni siquiera conocía de su existencia. En su momento no creí que fuera fundamental revelarle aquel detalle, no sabiendo que su reacción inmediata sería convencerme para regresar a vivir con ella.

Resignada, le cedí el paso a mi apartamento. Una vez que ingresó, cerré la puerta definitivamente. Me giré para ver la escena que se estaba desarrollando en aquel momento. Recé para que mi madre no entrara a la cocina; no sabía si aún había indicios del potencial incendio que podría haberse ocasionado.

Aquello no fue necesario, porque Kaiden se encontraba en la sala de estar, sobre el sofá. Gruñí internamente por eso, ¿quién se creía que era? Aquel era mi sillón.

Cassie se encontraba a su lado, interesada en el cabello largo de Kaiden. Cabello que, hasta ahora, no me había dado cuenta que lo traía suelto. Tragué saliva, eludiendo cualquier indicio de deseo por enterrar mis manos en él.

—Es amigo de Thea, mami —canturreó Cassie.

Apreté los dientes. Yo no lo definiría como tal, pero...

—Ah, vaya. No me habías contado de él, Thea —recriminó mi madre.

—No había mucho que contar —me encogí de hombros.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora