Capítulo 63

21 4 0
                                    

Kaiden trazaba patrones en mi piel desnuda con sus propios dedos de una manera que parecía inconsciente. Me contemplaba atento, en silencio, mientras que las yemas de sus finos dedos me erizaban la piel de los brazos muy sutilmente.

—No quise marcharme —murmuró él, entonces.

Fruncí el ceño, intentando recuperar la concentración para comprender a qué se refería.

—Aquel día —agregó él, observando mi expresión de confusión—. Irme era lo último que quería hacer.

Inspiré profundo. Tras lo que habíamos hecho minutos atrás, no pretendía que nos sumergiéramos en las explicaciones con denotaciones de confesiones tan pronto. Aún no me había recuperado del todo del impacto de su boca contra la mía, de sus labios contra mi cuerpo desnudo...

—¿Y qué era lo primero que querías hacer? —indagué, en voz baja.

Kaiden, a mi lado, continuó deslizando sus dedos sobre mi brazo expuesto. Sus ojos se movieron al sitio donde mantenía el contacto, para luego sonreír de costado. Acto seguido, elevó sus ojos azules hacia los míos.

—Me moría por besarte —respondió.

—¿Sólo por besarme? —inquirí, perdida en sus irises.

—Jamás será sólo por eso —musitó, ahora reparando en mis labios—, debes tenerlo en claro.

—¿Y quieres hacerlo ahora?

—Quiero hacerlo siempre.

Kaiden se inclinó hasta aplastar su boca contra la mía una vez más. Sus labios siempre se amoldaban a los míos, como si éstos hubieran sido creados exclusivamente para que su boca tomara posesión de ellos. Yo no tenía ninguna queja al respecto.

Le devolví el beso sin titubeos. Aún nos encontrábamos desvestidos, recostados sobre su cama con las colchas esparcidas, sin habernos movido por lo que parecía una eternidad. Y, si debía ser franca, no quería hacerlo nunca.

Kaiden deslizó la mano que tenía sobre mi brazo hasta mi mejilla, con la intención de atraerme aún más hacia su cuerpo.

—Kaiden —murmuré.

—¿Mm?

—No vamos a salir nunca de esta habitación si continuamos por este camino —advertí.

—No le veo inconvenientes a ello. Creo que es de las mejores ideas que has tenido —replicó, comenzando a atacar mi cuello con besos suaves y húmedos.

Cerré los ojos, experimentando el placer acumularse en mi interior. Sabía que no podíamos quedarnos aquí por mucho más tiempo: tarde o temprano, la vida repleta de responsabilidades se interpondría ante aquel tentador plan. Pero, oh, qué deliciosa se sentía su boca contra mi cuerpo.

Me estremecí cuando él comenzó a lamer la piel de mi garganta sin pudor.

—Kaiden, es en serio —susurré.

—Lo sé. Por eso creo que es un plan espectacular —sentí su sonrisa contra la piel.

Solté un gruñido que bien podría haber sido un jadeo producto de la sensación tirante en mi estómago.

—¿No crees que tu madre comenzará a sospechar?

—Creo que comenzó a sospechar en cuanto dejamos de gritarnos para hacer algo más productivo con nuestras bocas —repuso, prosiguiendo con su tarea—. Y definitivamente lo supo en el momento que nos encerramos en una de las habitaciones.

Yo solté un jadeo. No creía que aquella fuera la mejor primera impresión que podría haber causado.

—De puta madre —espeté.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora