Capítulo 33

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Lydia habitó en mi apartamento durante todo el fin de semana. En otras circunstancias no me hubiese quejado, dado que estimaba mucho su compañía y siempre hacía planes alocados que me hacían partirme de la risa, pero un sentimiento extraño se estableció en mi estómago a medida que las horas iban transcurriendo y ella no regresaba a su propio hogar.

Cuando le increpé al respecto, se encogió de hombros.

—Consideré que sería mucho más óptimo y lógico quedarme para estudiar. Ya sabes que debemos valorar cada minuto si queremos pasar el examen.

No me tragué la excusa. Había algo más en el semblante de mi mejor amiga que anunciaba con creces que aquel no era el verdadero motivo, por lo que enarqué una ceja sin creer una palabra.

Por otra parte, en lo personal me sentía exasperada debido a cierto vecino que bien podría irse de boca simplemente con el fin de fastidiarme. No le había dicho palabra alguna a Lydia sobre lo que había hecho con Kaiden días atrás, ni siquiera le había comentado que había irrumpido en su casa en medio de una crisis de nervios tras haber estado dibujando sus ojos constantemente. Mucho menos le había mencionado el pequeño detalle de que me había acostado con él.

Decírselo sería como activar una bomba a propósito.

Sí, prefería evitar aquel desastre todo el tiempo que me fuera posible.

De modo que accedí a que se hospedase en mi apartamento durante el sábado y el domingo, aun con la sensación de preocupación y ansiedad asentada en la boca de mi estómago. Ser consciente de que cualquier acción de mi parte podría atraer a Kaiden y, como consecuencia, que éste escupiera mis sucios secretos por el simple hecho de joderme la vida, no me resultaba nada tentador o interesante.

Pero aquella instancia no llegó, gracias a Dios. Lydia cumplió ejemplarmente la promesa de mantenernos enfocadas en el estudio, y limitar las salidas del apartamento al mínimo con el objetivo de mantenernos concentradas fue idea mía; algo que ella sorprendentemente aceptó sin poner objeciones. No iba a tomar ningún riesgo, de ninguna manera.

Por lo que el lunes temprano acudimos juntas a la universidad, a diferencia de lo habitual. Hicimos nuestro trayecto hasta la facultad, asistimos a nuestras clases respectivas, y la mañana avanzó hasta transformarse en un día soleado donde las aves cantaban con anhelo y esperanza.

Como era frecuente, Isaac se nos unió tras la primera clase de la mañana.

—Hey —saludó, tomando asiento junto a Lydia.

Ésta dio un respingo a su lado mientras sostenía su vaso de café, pero aparte de eso no se inmutó.

—Hey, Isaac —dije yo, sonriéndole.

—¿Qué han estado haciendo el fin de semana? No pude contactarme con ninguna —bromeó.

—Estudiábamos —Lydia se encogió de hombros, sin mirarle directamente.

Isaac frunció el ceño.

—¿Durante dos días consecutivos? —vaciló.

—Fue idea de Lydia —bufé.

La aludida subió sus ojos hacia los míos, fulminándome con la mirada. No comprendí la razón de aquella reacción.

—Ah —Isaac miró a la chica, escéptico—, ya. Ahora tiene sentido...

Arqueé una ceja, porque daba la impresión de estar hablando consigo mismo mientras observaba a mi mejor amiga con una expresión casi indescifrable. Casi, porque me había percatado que se trataba de una furia contenida.

¿Por qué podría estar furioso Isaac, tratándose de Lydia?

Estaba a punto de indagar sobre aquello, pero entonces él me interrumpió antes de que pudiera formular la pregunta.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora