Capítulo 25

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En cuanto las puertas volvieron a abrirse, salí al pasillo del tercer piso con una sonrisa bobalicona en mi semblante. Debía verme como una quinceañera atontada tras recibir su primer beso, pero me sentía flotando entre las nubes; no podía mentir. Traía la rosa que Trevor me había obsequiado entre los dedos, examinando sus pétalos sin poder detenerme.

Avancé casi danzando hasta mi apartamento. Sin embargo, poco tiempo después me percaté de que estaba oyendo una canción que reconocía bien desde uno de los apartamentos. Tarareé para mí misma I Was Made For Lovin' You, de Kiss, hasta que una puerta se abrió de sopetón. Y la música se oyó más fuerte en su interior. Al subir la vista, Kaiden me observaba fijamente. Detuvo su marcha para recostarse contra el umbral de su puerta, permitiendo que la música fluyera a todo volumen desde su apartamento hasta el corredor.

—¿Crees que es un horario decente para llegar a casa? —inquirió.

Lancé una risotada.

—¿Quién eres, mi madre? —Negué con la cabeza, jugueteando con la rosa— De todas formas, Parker, no puedes fastidiarme hoy. Nada puede hacerlo.

—¿Oh, de veras? —musitó él. Observé cómo sus ojos pasaban de mí a la rosa constantemente; y luego a la chaqueta que traía puesta— ¿Tuviste esa cita con Atino, no es así?

—Así es —contesté, mientras me dirigía a la puerta de mi casa.

—Tiene cara de consternado —espetó.

—Claro que no —me reí.

—Es cierto, hoy le vi, ¿recuerdas? —Señaló— Parecía completamente fuera de lugar a tu lado.

Puse los ojos en blanco, aunque aquel comentario ni siquiera me había molestado. Mi humor estaba casi en la estratósfera, imposible de hacerlo descender por nada del mundo.

Busqué las llaves en mi bolso con imperturbabilidad.

—Me da igual lo que creas, Parker —mascullé, tranquila—. Lo único de lo que soy consciente es que fue una noche maravillosa y que volveré a verle pronto.

—¿Pronto? —inquirió, aunque su pregunta había sido formulada como si se hubiera ahogado.

—Sí, pronto. Eso es lo que ocurre cuando tu cita ha ido tan magníficamente bien que incluso te ha besado.

Silencio sepulcral por su parte. Fruncí el ceño desde mi puerta, volteándome en su dirección en caso de que hubiera sufrido un colapso.

Estaba allí, de pie, entero. Reparé entonces en que su cabello estaba húmedo, y traía una camisa sin mangas de color blanca que exponía a la vista de todo el mundo sus bíceps musculosos y sus hombros anchos. También traía un pantalón elástico. Y claro, sus ojos se habían ensombrecido varias tonalidades de azul. Me preguntaba por qué ocurría eso tan a menudo, quizás era un efecto o ilusión óptica por la luz.

—¿Le has besado? —repitió, casi susurrando.

—Sí, Parker, eso he dicho —tomé mis llaves del bolso en cuanto las encontré y abrí la puerta—. Ahora, si me disculpas, me voy a la cama. Hazme el favor de bajarle el volumen a la música, no eres el único que vive en este edificio.

Tras decir aquello, crucé la puerta de mi apartamento y la cerré detrás de mí sin permitirme ver su rostro una vez más. Había sido una noche demasiado buena como para que Kaiden Parker se dignara a estropearla.

Me encaminé hasta la cocina, con la rosa en la mano, y llené un vaso de agua. Deposité el tallo de la rosa dentro y sonreí satisfecha una vez más. Después, me deslicé hasta mi cuarto y comencé a sacarme las botas de los pies, sonriendo aún en la soledad de mi habitación. Esta noche, ignoraba las intenciones ocultas de 3B al cruzarse conmigo en el corredor. Ignoraba todo lo que lo relacionara a él, en definitiva.

Lo que sangra el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora