Una chica se muda a un pueblo de Canadá, llamado Mason Hill. Intenta tener una nueva vida, tener un cambio, pero no uno inimaginable. Ese insignificante pueblo, resulta ser más interesante o tal vez peligroso de lo que alguien se puede imaginar. Per...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Todavía es temprano así que tengo tiempo hasta que me venga a buscar Owen para ir a su casa.
Me encuentro aburrida, había terminado de merendar y el día anterior acabé con todas mis tareas. Miro por la ventana de la cocina y observo el bosque. Termino yendo a buscar mi cámara para después salir de la casa, adentrándome en aquellos árboles.
No me alejo demasiado de mi casa, solo lo suficiente. Todavía recuerdo la noticia de la chica llamada Carolina que me mostró Marlina.
Empiezo a buscar un lugar para sacar fotos. Mirando a mi alrededor, observo las ramas de los árboles que se entrelazan, sus hojas tienen un verde oscuro y varias de ellas se encuentran en el suelo. Es algo precioso de ver.
Me gusta la fotografía, no puedo evitar ver algo e imaginármelo en una foto. Es como una forma de escape para mí, me relaja completamente de alguna forma.
Mi mamá fue quien me regaló mi primera cámara hace años, tenía unos trece creo.
De chica siempre veía cosas y los encuadraba con mis dedos índice y pulgar. Con el tiempo usaba el celular de mi mamá para tomar fotos, yo sabía que le molestaba que le llenara la memoria del teléfono, me lo confesó años después; pero que me veía tan feliz con eso, que no me decía nada.
Después entré en la obsesión de querer comprarme una cámara, tan así que reunía hasta el más mínimo centavo. Hasta que fue mamá, quien con horas de trabajo y esfuerzo, me compro el mejor regalo que pude haber recibido. Siempre me sentí en deuda con ella, a pesar de que nuestra economía no era mala, me compraba cosas que eran extremadamente caras. Ella decía que era para verme feliz, no puedo estar más que agradecida por la madre que me toco. Y enojada con la vida de que me la haya quitado.
Ella se la vivía por mi felicidad y no paraba de alagarme con las fotos que sacaba y con las exhibiciones que ganaba.
Extraño escuchar el apoyo que me brindaba, extraño escuchar su voz, la extraño a ella...
Escucho como una ramita se rompe, como si alguien la hubiese pisado y eso me hace salir de mis pensamientos. Levanto la vista mientras bajo la cámara de mi cara. Al frente mío, a unos cuantos metros, me topo con aquel animal, similar a un perro, de la otra vez. Su cabeza esta inclinada, sus ojos azules me miran con pura curiosidad.
Me quedo estática. Es hermoso.
Comienza a avanzar a paso lento hacia mí y no puedo evitar sentir algo de miedo. Retrocedo lentamente, viendo como sigue con su mirada cada uno de mis movimientos. Doy otro paso atrás y este animal se acerca más a mí, quedando a muy poca distancia.
Sin saber el porqué, levanto una mano hacia él y soy yo quien da pasos pequeños hacia el otro. No se mueve, me permite apoyar la mano en su pelo. Se retuerce debajo de mi palma como si buscara de mis caricias, cosa que le doy. Sonrío y paso mi mano de arriba a bajo, sintiendo la suavidad de su pelaje.
