Una chica se muda a un pueblo de Canadá, llamado Mason Hill. Intenta tener una nueva vida, tener un cambio, pero no uno inimaginable. Ese insignificante pueblo, resulta ser más interesante o tal vez peligroso de lo que alguien se puede imaginar. Per...
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Estoy sentada en los escalones de la entrada de la casa de Owen. Apoyo mi mentón en mi rodilla derecha y rodeo mis piernas con los brazos.
El cielo hoy está algo nublado. Parece que va a llover y eso le da un tono triston al ambiente.
—Es una noche—repite Owen por ¿sexta vez?
—¿Por qué no podes venir vos a nuestra casa?—Taylor le pregunta.
Él, sus dos hijos y Owen están en frente mío.
—Todos acá sabemos que es incómodo que yo esté con Kyla en esa casa.
Disimuladamente lo miro a Ryan. Ante lo que dijo Owen, sonríe falsamente y agacha la mirada.
—Dios, entiendan—insiste Owen—. Quiero estar con ella a solas. Entiendo que no va a estar en un lugar con tres lobos puros, que no va a estar en una casa protegida. Pero estoy yo, no voy a dejar que le pase nada. Antes muerto.
—Nosotros podríamos estar por alrededor—habla Ryan en general pero se dirige más a su padre—. Podríamos hacer turnos entre nosotros hasta mañana.
—¿Hasta mañana? No—todos voltean a verme y yo me levanto del escalón en el que me encontraba.
—Kyla...
—No, Owen. Máximo hasta que anochezca. No voy a permitir que se turnen toda la tarde, noche y madrugada. No.
Él hace una mueca pero no me contradice. Pero se le nota que no quiere una simple tarde de unas pocas horas.
—No es molestia, Ky—me volteo a Ryan que es el que habla—. Además voy a encargarme de que estés bien protegida...
—Lo sé—lo interrumpo y pongo los ojos en blancos—. Te conozco y sé que estarías hasta mañana a la madrugada sin pegar un ojo. Solo para ver por vos mismo que estoy a salvo.
—Te está diciendo cabeza dura—opina Bryce—. Y tiene razón.
Ryan sonríe y levanta la mirada para verme con las cejas alzadas.
—Así que hasta el anochecer—me giro a Owen—. No más.
Alza los brazos y los deja caer, resignado. Después suelta un bufido molesto. Pero yo ignoro su actitud.
🐺
—¡Tramposa!
—¡No lo soy!
—Oh, si lo eres.
—¡Que no!
Esto somos, Owen y yo, al jugar a las cartas. ¡El muy idiota no acepta que le estoy ganando!
Nos encontramos en el suelo. Cada uno sentado en el lateral de la cama, usándola como nuestra "mesa" para jugar.
Junta las cartas para comenzar a mezclarlas y yo tomo mi celular para anotar los puntos.
