Una chica se muda a un pueblo de Canadá, llamado Mason Hill. Intenta tener una nueva vida, tener un cambio, pero no uno inimaginable. Ese insignificante pueblo, resulta ser más interesante o tal vez peligroso de lo que alguien se puede imaginar. Per...
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Sentía que lo estaba haciendo muy lento, que pretendía hacer mi muerte lenta para que sufriera.
Sentía sus cinco garras atravesar cada capa de mi piel, una por una. Hasta que lo sentí, no sé cómo explicarlo, pero estoy muy segura que logró rodear mi corazón con su mano.
Doy un suspiro entrecortado y me quedo esperando el fuerte tirón. Pero en vez de eso, la mano se retira fuertemente de mí causándome mucho dolor y mi cuerpo termina siendo arrojado al suelo.
Alguien se agacha y me voltea, haciéndome quedar boca arriba. Ryan.
Dirijo la mirada a Josephine. ¿Por qué no me había matado? ¿Por qué tan solo me soltó? Y ahí lo supe.
Ivy, la tía de Ryan, llegó y me acaba de salvar.
Ella y un brujo están conteniéndolas, haciendo que caigan de rodillas agarrándose la cabeza mientras gritan. A los segundos aparecen muchos más brujos, moviendo además personas y dejándolas en un círculo con ellas mientras las retienen con sus poderes.
Con un poco de ayuda de Ryan, me levanto y camino hacia Josephine. Ahora soy yo quien apoya la mano en el pecho de la otra.
—¿Creen que esto terminó acá? El jefe no se va a rendir. Va a mandar a cualquier especie para matarlos. Porque ese son sus destinos—me mira a mí, directamente a los ojos—. Ese es tu destino.
—Y este es el tuyo—digo y sin pensarlo dos veces, arranco su corazón.
Su cuerpo cae al suelo, sin vida, mientras yo me hago hacia atrás. Los demás se habían encargado de los que quedaban. Sabía que si miraba el suelo podría encontrarme con el cuerpo de Abril, pero no iba a agachar la mirada.
Unos brazos me envuelven haciendo que choque contra un pecho duro. Su olor... sabía quien era.
—No vuelvas a hacer eso nunca más, ¿me oíste?—su voz sale amortiguada porque habla sobre mi cuello— Por un momento creí que...—su voz se rompe.
Lo abrazo yo también, con fuerza. Aferrándome a él para no caer, para que esté a mi lado y no se aleje.
—Y yo también te quiero—confiesa.
Desarmo el abrazo para echarme hacia atrás y verlo. Me quedo muda sin poder decir nada por unos segundos, hasta que reacciono y junto nuestros labios.
—Ky—dice cuando nos separamos por falta de aire—, necesito que lo prometas; no vas a volver a sacrificarte de esa forma. Por favor.
Acaricio su rostro y apoyo su frente contra la mía.
—Lo prometo.
Vuelve a besarme y cuando nos separamos, veo sobre su hombro.
