39. De réquiems y rebeliones - Parte 1

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Hola! 

Dejo un capi bastante extenso como siempre en varias partes para que no me extrañen estos días que espero sean pocos. Volveré y seré historias después de una cortísima estadía en el hospital :)

Gracias como siempre por votar y leer; a los nuevos lectores y a los de siempre. Gracias infinitas por acompañarme y por hacerme sentir mejor. Aunque no se vea quizás en el relato, esta historia tiene muchísimo amor y esfuerzo detrás. Espero que se disfrute tanto como yo disfruto escribiendo.

¡Llegó el capitulo del lío!

Con tu mantita favorita, acomódate en la silla con tu infusión de preferencia y disfruta :)

Mia ♥

"Quizá mi única noción de patriasea esta urgencia de decir Nosotrosquizá mi única noción de patriasea este regreso al propio desconcierto

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"Quizá mi única noción de patria
sea esta urgencia de decir Nosotros
quizá mi única noción de patria
sea este regreso al propio desconcierto."

Mario Benedetti



Aioros se estiró sobre Adrián para despertarlo tan suavemente como pudo. Susurró algo en su oído que Saga no pudo oír y el salto que dio el mensajero le indicó que quedarse dormido allí no era parte de sus planes. Se levantó nervioso solo para observar al santo de Géminis aguardar en la puerta sin inmutarse.

–Tranquilo, Saga no dirá nada. –aseguró. –¿Nos veremos mañana, en algún momento? –le preguntó el centauro algo inquieto. El joven de cabello negro no contestó, estaba demasiado espantado como para mover algún músculo de la cara.

Le alcanzó la ropa con un gesto amable, que el mensajero tomó con cierta desesperación antes de vestirse tan rápido como pudo. Estaba alterado y eso a su vez, alteró ligeramente a Aioros.

–¿Saga podrías darme un momento? Estaré fuera en algunos minutos.

El santo de Géminis asintió, abandonando la habitación. No entendía por qué tanto alboroto, pero daba igual.

–¿Estás bien? Te ves algo... molesto. –le preguntó con cautela el centauro.

Adrián negó.

–No podía dormirme aquí, Aioros. Yo... no puedo, lo sabes.

–Te veías cansado y...––

–No... no lo entiendes. No lo entiendes, porque si el Patriarca se entera de esto, tú seguirás siendo el Santo dorado de Sagitario y yo... ¡yo soy reemplazable! No puedes entenderme porque...–respiró profundamente para calmarse, aún vistiéndose. –Solo... Debemos dejarlo, esto no debería suceder, no otra vez.

Aioros frunció el ceño.

–¿De verdad es lo que quieres?

–No lo entiendes aún ¿no? No importa lo que quieren los subordinados aquí, Aioros. Da igual, somos solo siervos y sombras, creí que conocías este lugar.

Memorias del SantuarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora