Ni Escorpio ni Acuario esperaban encontrarse allí, pero sus miradas se detuvieron en el otro con una intensidad que podía verse y sentirse a kilómetros de distancia.
-Camus... -murmuró Milo sintiendo como todas las palabras intentaban salir de su boca con urgencia, con la urgencia de quien necesita ser perdonado.
El francés lo miró, con algo de desdén. No esperaba verle, y su mecanismo de defensa siempre era el mismo, algo que a Milo lo aterraba y lo fascinaba, la mirada gélida y la barrera.
Camus quiso ignorarlo, pero era demasiado tarde. Está bien. Si tenían que hablar pues hablarían. Después de todo, se lo debían.
No había existido tanto silencio en la casa de Virgo ni cuando el indio pasaba horas meditando sin interrupciones. Acuario y Escorpio se observaron fijamente, sin poder emitir palabra. Milo no sabía bien como comenzar y... el galo no estaba seguro de querer escuchar. Aún estaba herido... eso sí pudo notar el griego.
"Estás triste, puedo verlo" pensó para si.
-Camus, no sé... qué decir... yo lo siento mucho. No sabía que era tu hermana, no sabía que estaba pasando. Me cegué... yo... no sabía quien era, solo... sabía que la mirabas con amor... como jamás me has mirado a mí. No entendí, no intenté entenderlo... Lo siento mucho, de verdad, no sabes cuanto lo siento... y créeme, pedir disculpas no es mi pasatiempo favorito. Lo digo porque... es lo justo. Me comporté como un imbécil.
-Estamos bien, Milo.
Esas palabras fueron un bálsamo para el griego. Era un buen inicio. Quedaba el detalle de Aioria por definir.
-Yo... te am---
-No. -negó el aguador- No te atrevas a ir por ese camino.
Allí estaba otra vez. La pared. El escorpión sintió una patada de frustración en su pecho. Que difícil era acercarse a él.
El griego suspiró y cogió la taza de Shaka. Comer su comida se había convertido en una nueva pasión. Observó su contenido, para evitar los ojos helados de su amigo, para no tener que llorar de la rabia y de la frustración que todo eso le provocaba. Leche dorada eh, con que así se veía la leche dorada. Miró el líquido algo espeso, amarillo, jaspeado. "Leche dorada... y creí que me echaba los tejos" pensó.
-Está bien. Lo dejaré estar... al menos... ¿me dirás como estás? -levantó su frente y volvió a buscar sus ojos, los ojos de Camus amigo, renunciando a los ojos de Camus amante.
El aguador se sentó junto a él, aunque su corazón estaba tan roto como podía romperse un corazón. Cogió la otra taza sin dueño a modo de excusa para evitar su mirada, como un niño perdido.
-Estoy... cansado. -respondió, y así lo parecía. Se le veía algo más viejo, agotado.
-¿Quieres hablar de lo que pasó? ¿Puedo ayudar? -preguntó sincero Milo jugando con la bebida. No sabia que cojones beberían en la India pero ese líquido amarillo olía a pimienta y no le parecía apetecible.
-Mi hermana... llegó aquí sin recordar cómo. Sus padres adoptivos murieron en un accidente, que tampoco recuerda. No sabe qué pasó, quien la golpeó, o cómo apareció aquí, pero Kiki la encontró una madrugada y quiso ayudarla, sin saber quien era. Cuando mi hermana murmuró mi nombre, le avisó a Mu... y el resto de la historia creo que ya la conoces.
El santo de acuario se veía cansado y algo triste. ¿Qué le apenaba? Después de todo su hermana se recuperaba a su lado.
-Lo siento, debe ser... difícil. Yo no sabía que tu hermana existía. -murmuró el escorpión arrepentido. -¿Por qué no me lo dijiste, Camus?
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Memorias del Santuario
FanfictionEsta historia no es una sino varias, escrita por muchas voces. Un recorrido por infancias y la adolescencias; adultos que intentan ser guerreros y amantes. Personas que desean amar y descubren que, a veces, el aprendizaje puede ser algo doloroso. ¿C...