41. Llorar abrazando un caballo - Parte 1

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¡Hola amiguis! 

Volví por mas. 

Entre el postoperatorio y la carga laboral no pude postear antes pero espero dejar un capi largo para que, quienes siguen la historia, puedan disfrutar. A quienes no conozcan el episodio de vida del filósofo alemán y el caballo, que da, entre otras cosas, nombre a este capitulo: en la última parte del capi haré referencia a esto para quienes no conocen el relato, que es, a mi parecer, extremadamente curioso, entre otras cosas.

Entre otros dolores, atravieso actualmente, severas fluctuaciones de animo que me atrevo también a compartir, por lo que agradezco infinitamente a quienes leen, ya que de alguna forma, se comen toda la sublimación que esta mente agotada logra relatar para aliviarse. Se los quiere, muchísimo, de verdad. Cada comentario me hace un poquito más feliz y estoy muy muy agradecida de las cosas lindas que me han dejado.

Votos y comentarios me llenan de vida y me ayudan a cicatrizar la herida post quirúrgica XD.

Ahora sí, dejo la primera parte del capi prometido, recauchuto el otro y subo la segunda parte entre mañana y pasado (voy a tener mi vacuna y no sé que tan bien mi cuerpito maltrecho lo va a tolerar)

Mia ♥


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"Mira donde vas, muy bien escondido hay
¡algo que te asustará y te hara gritar!
¡Gritar!
Esto es Halloween.
¡Míralo!
¡Que asco da!
¿Te asuste? ¡Pues, ay que bien!
Si queréis apostar, tira el dado y a jugar
Brilla la luna en la oscuridad."

Esto es Halloween - Pesadilla antes de Navidad


"Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado"

Friedrich Nietzsche




–Busca a Kanon. –masculló, detrás de la voz de las mil muertes. –Devuélvele la vida y acompaña por favor a mi sobrina a la salida.


Inframundo, primera prisión

Thanatos estaba tan completamente inerte en su sitio que parecía la escultura de un museo: el del espanto. La jerarquía del inframundo estaba clara: su Rey y Señor, Hades, daba la órden y él respondía inmediatamente... pero no, no esa orden. No así.

–Pero... mi Se–– quiso articular, pero la voz llena de ecos de su monarca lo interceptó, tajante.

–Pero nada. Es una orden. –contestó sin siquiera dirigirle una mirada, volteándose para buscar a su juez. –Aiacos, ¿podrías por favor escoltar al santo de vuelta aquí? Quiero asegurarme de que ninguno de estos insectos inmundos siga manchando mis tierras. –escupió con asco. –Ya morirá, tarde o temprano, y le esperaré, personalmente.

Memorias del SantuarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora