44. De comienzos y finales - Parte 1

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"Si un día me faltas no seré nada
Y al mismo tiempo lo seré todo
Porque en tus ojos están mis alas
Y está la orilla donde me ahogo"

Carlos Varela




Luego de poner al tanto a Dohko de lo sucedido en el Inframundo, notificarle que estaba de vuelta y pedirle un permiso especial personal para poder avisarle a su pareja que había vuelto a la vida, Kanon se alejó de la recámara del Patriarca con los recuerdos de aquel pañuelo aún danzando en su memoria. Sin siquiera proponérselo, había dado con el hermano de Lena. Recordaba vagamente la historia y hasta donde sabía, el chico se había quedado en el Santuario con el afán y el sueño de volverse un caballero poderoso, cosa que por lo que pudo ver, no resultó como esperaba.

Aquella niña diminuta que perseguida por los soldados posteriormente enfrentados por un joven Aioros, había dado con su cabaña y en el pánico desesperado de la persecución, se metió dentro sin saber que un pequeño Kanon vivía allí, escondido del mundo.

No le había dicho su nombre entonces, porque no podía nombrarse. Nadie podía saber de su existencia y él había cumplido con su parte.

(No puedo decirte mi nombre, así que puedes llamarme como tú quieras.)

Esa niña, Lena, que muchos años más tarde, reencontraría en Rodorio y se convertiría en su novia, había aterrizado asustada en su cabaña y él le prometió protegerla y enviarla sana y salva a través de un portal que él mismo crearía, a cambio de una sola cosa.

—Nadie habla conmigo... y me siento un poco solo. ¿Puedes quedarte un rato más?


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Luego de la hora de las despedidas, algunos abrazos (e incluso algunas lágrimas rebeldes), Shion y compañía regresaron al Santuario, dejando a los habitantes del nuevo hogar en Milos algo perdidos y finalmente, solos.

Aioros y Saga no dijeron una sola palabra mientras caminaban detrás de su Diosa y su consejero, Shion. Si bien no parecía enfadada del todo, sabían muy bien que a pesar de que el plan había sido un éxito, habían metido las patas hasta las ingles y eso tendría un costo.

La acompañaron hasta su recámara, dónde pidió que le dejasen descansar y que hablaría con ellos al día siguiente, que podían retirarse. Shaina y Death Mask se piraron de allí rápidamente, sin siquiera despedirse más que mascullando algo por debajo como niños que habían realizado una travesura antes de correr escaleras abajo, como en un juego.

Shion se despidió también con una leve reverencia, antes de acompañar dentro a Saori... y juntando el valor de enfrentar a su prometido para contarle lo sucedido.

Memorias del SantuarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora