40. ΟΠΟΙΟΣ ΜΠΑΙΝΕΙ ΕΔΩ ΝΑ ΠΑΡΑΤΑ ΚΑΘΕ ΕΛΠΙΔΑ - Parte 2

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"Si él te hizo llorar, yo debo saberlo
Si no está listo para morir, será mejor que se prepare
Mi juicio es divino y te diré a quien puedes llamar:
Será mejor que llames a la policía
llama al forense
llama a tu sacerdote
adviérteles que no habrá piedad
cuando encuentre al idiota que te hizo esto."

John Legend - Who did that to you?



Algunas horas antes, Inframundo


"Quien entre aquí debe abandonar toda esperanza", vaya frase más optimista. –exhaló Saga, observando el portón enorme de roca blanca frente a sus ojos. Él ya podía llevar esa frase tatuada desde hace años en algún brazo, junto a sus cicatrices.

–Pues claramente no me conocen a mí. –sonrió Aioros a su espalda. –¿No decía Tales de Mileto que la esperanza, "es el único bien que conservan las personas que lo han perdido todo"?

–Pues me juego el culo que el alma de tu Tales de Mileto vaga con los espíritus en la colina que acabamos de cruzar; la esperanza no le sirvió demasiado.

El centauro rodó sus ojos. Su amigo podía ser terco como nadie pero en el fondo le daba algo de ternura. Un pie adelantó al otro y comenzó su caminata firme.

–¿Sabes? Hubiese preferido un compañero como Shaka o Milo. No están todo el día dale y dale con la misma canción oscura.

Saga rio, con ganas, apurando el paso.

–Que yo también hubiera preferido al rubio de los sermones y no al caballito de la esperanza. ¿Sabes? Yo... creo que la perdí el día que...

–No, Saga. No es momento de comenzar con tu canción. Quiero volver a casa y––

–Quizás no tenga otro momento a solas contigo para disculparme. Quizás deba quedarme aquí y esta sea la última conversación que tengamos. No creo que volvamos a coincidir, Aioros. –replicó el gemelo, ignorando sus ojos.

El centauro se detuvo, frente a él.

–Sé lo que vas a decirme.

–Sí. La perdí el día que asesiné al único amigo que tenía. Eras lo único que tenía, Aioros. Mi hermano ya no estaba y... yo destruí todo lo que alguna vez quise, incluyéndote a ti. Sé que crees que soy un estúpido torturado y culpógeno pero es fácil para ti juzgarlo porque todo lo que has hecho, lo has hecho bien... yo no. Tú tienes la consciencia en paz y yo... no te imaginas lo que es vivir siendo yo. No puedes imaginarlo. El daño que hice es irreparable y... ¿es que ni siquiera me odias por todo lo que te hice a ti? ¿A tu hermano? Destruí al pequeño al que alguna vez le compré un helado en el centro de Atenas, de paseo junto a ti, antes de que se echara un clavado en la fuente. Y... de no haber sido por Shaka... lo habría asesinado también. Si Shaka no me hubiera detenido en la cámara del Patriarca yo habría asesinado a Aioria.

Los ojos verdes de Aioros eran algo cambiantes, Saga siempre los había encontrado fascinantes. Por momentos ese verde brillaba como el jade cuando el sol le daba de frente y los rayos exaltaban su iris. Sus pestañas oscuras enmarcaban unos ojos usualmente divertidos y risueños, pero cuando alguna tristeza le amenazaba, aquellos destellos que parecían piedras preciosas se convertían en un azulado algo opaco, como los días de lluvia. Sus ojos, como todo él, cambiaban con su ánimo y el clima. Esa misma cualidad había sido heredada por su hermano menor, y recordaba el odio que sentía al verlos y saber que el joven con el que había compartido años de amistad ya no existía, por su propia culpa. Lo miró. Sus ojos nublados le devolvieron una vista fugaz.

Memorias del SantuarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora