23. Le plus beau de tous les cadeaux: un ami!

225 21 140
                                    


Ve por él y tráelo con vida. 

¿En qué momento exacto había sucedido aquello? ¿En qué punto sin retorno, la vida, había transformado a la chiquilla de los pulmones estereofónicos que lloraba a gritos, en una mujer que podía ver más allá de sus emociones y aconsejarle a él, su hermano mayor?

La observó con cierta fascinación y recordó el día que ella declaró que lo odiaba para siempre. De niño, se le había metido a Camus en la cabeza que él sería un gran doctor... doctor que había tenido la genial idea de operar al oso de su pequeña hermana de algo muy peligroso, rebanándole las tripas de algodón para descubrir con desesperación que no sería capaz de cerrarlo y entregar a su paciente en condiciones.

La niña despertó de su siesta solo para encontrar el cadaver de su amado compañero peludo y a su hermano en la escena del crimen, con lo que parecía una tijera.

¡Te odio para siempre, CAMUS!, había gritado con su puño en alto. 

El francés sonrió a aquel recuerdo. Su hermana no lo odiaba, de hecho, le había perdonado, preocupada, cuando él le explicó que el oso estaba enfermo y él lo estaba curando. Quien finalizó aquella cirugía, evidentemente, fue su madre, con paciencia e hilo, aquella noche helada de Enero, para que Mon petit ange dejara de llorar. 

Ve por él y tráelo con vida. 

-¿Cómo se llamaba? -preguntó él, distraído. 

-¿Eh? -respondió ella, sin comprender.

-El oso. Tu oso, el que llevabas contigo siempre.

La joven sonrió.

-Bonbon. -dijo divertida. Lo conservé durante años... supongo... que aún estará en algún sitio. 

El francés asintió con un gesto

-Ahhh, Bonbon... "Le premier Nöel de Bonbon"* -murmuró suavemente.

Ella rió. -¿Aún recuerdas el cuento?

El francés asintió con la cabeza, claro que lo recordaba. Disfrutaba aquel momento porque sabía con certeza que se marcharía... pero no sabía con certeza si volvería a ver a su hermana. Eso le perseguía desde algún rincón inconsciente de su cabeza. Saboreó aquel encuentro agridulce y le devolvió una cálida sonrisa. 

-¿Cómo olvidarlo cuando lo único que querías era escucharlo una y otra y otra vez?

-¿Recuerdas el regalo de Navidad de Bonbon?

Camus asintió y recitó, con voz solemne y exagerada como si narrara aquel libro para niños para una publicidad. 

-Le plus beau de tous les cadeaux dont on puisse rêver: un ami...!**

El más hermoso de todos los regalos que él pudiera soñar, sí.

Un amigo.

Ahora su amigo (amado) estaba luchando por su vida y él debía ir a buscarle. Cogió la mano de su hermana, esperando que no fuera por última vez y la besó.

-¿Estarás bien si me voy?

Ella asintió. 

-Estoy bien, hay alguien que te necesita más que yo en este momento. 

-Gracias por... tu consejo, Antígona Dubois. Creo que es lo... que debo hacer.

Ella negó. 

-No es lo que debes, sino lo que sientes, Camus. Has hecho lo que debes toda tu vida y ya es hora de comenzar a hacer lo que sientes. No te reprimas, eso termina fatal... luego vas vomitando por ahí. -sonrió algo triste- ¿Volveré a verte? Tu... eres un... caballero fuerte ¿no? ¿Corres peligro?

Memorias del SantuarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora