42. Mon petit lapin

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Hola, hola!!!

Olvidé en el capi anterior, contarles la anécdota de Nietzsche (que quizás a nadie le importe XD) Voy a copiarles un pedacito, que si se las suda la historia, pueden saltear:

"Friedrich Nietzsche cruza la plaza Carlo Alberto y se topa con un cochero que azota con el látigo a su caballo, rendido, agotado, resignado, doblegado en el suelo. Nietzsche, hondamente dolido, herido en lo más profundo de su alma, se arroja sobre el caballo, lo abraza y comienza a llorar.

Los relatos del incidente varían según los autores. Unos dicen que le susurró palabras que solo él, el caballo, podía oír. Otros dicen que permaneció en silencio, llorando, quizá hablándole sin pronunciar palabra. Pero todos coinciden en que fue un episodio crucial en la vida del filósofo alemán: el momento en el que perdió lo que la humanidad llama "razón" y, de alguna forma, rompió para siempre con esa misma humanidad, que lo consideró desde entonces un perturbado. Permaneció junto al caballo hasta que fue detenido por desórdenes públicos."

Luego de este momento, no volvió a ser el mismo jamás.

En fin, basta de palabrerío. Gracias por sus mensajes, sus comentarios, su amor, si supieran lo muy muchísimo feliz que me hacen, de verdad salvaríamos foquitas bebes de su depredación. 

Mía ♥

Mía ♥

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"Mon petit lapin
S'est caché dans le jardin
Cherchez-moi, coucou, coucou
Je suis caché sous un chou
Cherchez-moi, coucou, coucou
Je suis caché sous un chou"

"Mi pequeño conejito, 
se esconde en el jardín,
¡Búscame, coucou, coucou!
Estoy escondido bajo un repollo,
¡Búscame, coucou, coucou!
Estoy escondido bajo un repollo"

Mon Petit Lapin - Canción infantil francesa


Atenas, Grecia

La cabaña era pequeña y solía ser, previo a la mudanza improvisada, el hogar de Jabu, quien decidió ceder su espacio mientras trabajaba incansablemente para limpiar y reconstruir aquel Santuario acéfalo y destrozado. Ahora, no era su hogar; había pasado a ser un hospital improvisado (las cabañas destinadas para ese fin eran escombros ahora mismo) donde Shun, Hyoga e Ikki, descansaban. Los hermanos habían decidido
(Ikki)
quedarse juntos... y Hyoga, con sus fuerzas renovadas al volver de aquella muerte agónica, a pesar de sus diferencias con su cuñado, se mantuvo firme en la decisión de quedarse a ayudar. Cocinaba, vigilaba sus heridas (las de su pareja, porque el nuevo león se rehusaba a ser ayudado) y realizaba cualquier tarea básica que a los otros se les pudiera escapar.

—¿En qué piensas? —preguntó Shun, curioso, al detectar los ojos celestes del ruso abandonarse en el paisaje siniestro de la ventana de madera. Lo observó con su característica calma, pero llevaba un buen rato notándole preocupado.

Memorias del SantuarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora