18. El enojo de Shaka

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Aquella mañana las cervezas y el desahogo bestial del llanto compulsivo le habían dejado como recuerdo un bellísimo dolor de cabeza. Su frente pesaba, latía y dolía, como si su cerebro hubiera crecido dentro de su cráneo. Los recuerdos del día anterior, llegaban como olas intermitentes que le inundaban y luego le abandonaban, en un vaivén siniestro.

-Cric, cric, cric-

El recuerdo de la cara de Camus, el asco en sus ojos. Estaba acostumbrado a la frialdad de aquel azul profundo, pero aún la noche donde creyó que su amigo francés se vulneró
(Je suis tellement content de te voir, mon petit ange)
jamás le había mirado así. 

-Cric, cric, cric-

Logró conectar con su mirada por unos segundos, claro, imagen que repetía en su mente en un ciclo infinito como si de estrés postraumático se tratara.

-Cric, cric, cric- 

Sus ojos, llenos de asco.

El asco que no pudo evitar sentir por sí mismo y la humillación de verse en una posición tan... particular frente al hombre que amaba.

-Cric, cric, cric-

Un sonido algo chirriante llegaba desde la lejanía. Supuso que su amigo descubría lo divertido que podía ser un polvo matinal para despertar los sentidos antes del desayuno, aunque no escuchaba nada más. Sonrió pensando que el rubio intentaría ser sutil, pero la cabeza le envió una punzada que atravesó su ojo derecho y le obligó a fruncir sus párpados, interrumpiendo sus lucubraciones. Tenía la boca seca y pensó que estaría deshidratado a juzgar por la migraña. Necesitaba café, en dosis letales.

-Cric, cric, cric-

Levantó su cuerpo en silencio y arrastró sus pies hasta la cocina, la cocina que olía a especias. Buscó entre sus frascos, olisqueando como un sabueso. Tenía tal cantidad y con colores tan variados que para cuando encontrara el café sería hora de la cena. Algunos tenían garabateados los nombres del contenido... en símbolos que le resultaban imposible de leer. Notó que el sonido que chirriaba se detuvo, casi al unísono de la aparición de unos pasos que resonaban en el gran salón del templo.

Su corazón se alteró. No lo sabía con certeza, pero bueno, no le costaba deducir. ¿Sería Camus? ¿Mu, que había vuelto de Jamir y visitaba a su amigo? ¿Algún santo que deseaba atravesar el templo de la doncella? 

Los pasos llegaron a la cocina y su voz, reconocible en cualquier parte del mundo y cualquier idioma, le alteró las pulsaciones. 

-¿Shaka? -preguntó antes de entrar, pero no, no era Shaka. "Mi amigo Barbie Abrazos: Edición Sexo Sutil está ocupado" pensó el escorpión antes de girar. 

Cuando el francés divisó al escorpión que paseaba por las alacenas del indio, sintió la urgencia de marcharse, pero no le daría el gusto. No esperaba encontrarle por allí, pero no era él quien debía irse.

-Eh, no. Creo que Shaka aún duerme -mintió. No creía que el rubio durmiera pero tampoco era vital darle mucho detalle de lo que pensaba.

-¿Qué haces tu aquí? -preguntó con desdén el aguador -¿Es que te has mudado al templo de Virgo solo para joderme la existencia o qué?

Auch 

La verdad era que el escorpión se veía fatal. Tenía los ojos hinchados y no necesitaba ser Sherlock Holmes para deducir que había llorado y probablemente durante un buen rato. No le conmovió. Que le den, después de todo, eso parecía gustarle muchísimo.

Milo negó. 

-Si crees que solo aparezco en Virgo para joderte, vas mal, visité a mi amigo y pasé la noche aquí. Cam, yo quiero explicarte lo que pasó--

Memorias del SantuarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora