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Hace horas que el sol acompañaba su torturante camino.

Los pasos de Sabito se volvieron lentos y temblorosos. La sangre se había detenido, pero sus heridas seguían abiertas y los huesos rotos chocaban entre sí constantemente. Taiki aun dormía en sus brazos. El conocido graznido del ave en el cielo le indico que tenía otra compañía.

- ¡Casa glicinas! – aterrizo en la cabeza del chico - ¡Debes ir a la casa glicinas!¡Cooww!

- ¿Eso donde esta? – pregunto cansado. El cuervo alzo un ala hacia delante.

-¡Sigue derecho! ¡Yo te guiare!


•••


El cuervo lo llevo a una enorme casa donde una familia los recibió con sorpresiva amabilidad. Un médico lo reviso y limpio sus heridas, después, lo guiaron a una habitación.

- Pueden descansar aquí – abrió la puerta del cuarto – Traeré un cambio de ropa – se retiro por el pasillo.

Sabito acostó al niño y se sentó a un lado. Por lo que le dijo Kuro, estaba libre de misiones hasta que su cuerpo sanara por completo, eso sería una ventaja para él.

Los ligeros golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos.

- Adelante.

- Traigo el cambio – le mostro las prendas. Sabito se levanto y las recibió.

- Gracias.

Cuando estuvo solo, se quito el uniforme para tomar una larga ducha y vestirse cómodamente. Dejo caer su cuerpo junto Taiki y antes de notarlo callo dormido.


•••


- Sabito. ¿Dónde está mamá? – pregunto en forma de puchero.

- Lo sabrás dentro de poco – respondió guardando la espada nichirinto. El menor inflo las mejillas.

- Siempre dices eso.

- Se paciente Taiki – revolvió sus castaños cabellos.

- ¿Está seguro de querer irse? Su cuerpo aun necesita reposo.

- Sí –le sonrió a la familia que lo miraba con inquietud – Les agradezco su hospitalidad.

- Si ese es el caso, por favor, tome esto – le entregaron una bolsa de tela – Son algunas provisiones para el camino.

- Gracias por todo – tomo la mano del niño castaño y salieron de la casa glicinas.

- ¡Adiós! – se despidió sacudiendo su brazo con una sonrisa hasta que dejo de verlos - ¿A dónde vamos?

- A la ciudad del oeste.

- ¿Ahí veremos a mamá?

- Omitamos esas preguntas, ¿quieres? – miro al menor inflar las mejillas.


•••


- ¡Espera Taiki! – dijo corriendo tras él. Estiro el brazo agarrándolo de la manga y lo detuvo - ¡No te separes! – regaño – Tienes que mantenerte conmigo, al menos hasta encontrar a tus abuelos.

- Lo siento – rió – Ellos están por allá ¡Vamos! – lo jalo de la mano.

Se detuvieron frente una casa tradicional que tenía un jardín alrededor, el pequeño corrió a la entrada con desbordante emoción, tal vez ahí este su mamá.

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