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Era una chica joven de penetrantes ojos bicolor, caminaba durante la noche o nublados días de invierno, y se ocultaba de los cálidos rayos del sol. Un ser tranquilo y lleno de rencor.

Felizmente estaba bajo el mando de un "rey" que le concedió una larga vida poderosa a cambio de su libertad, algo que para ella no importaba demasiado, pues no podía ser libre cuando estaba condenada por sus ojos.

Le costó un par de años convertirse en una de las lunas, esa noche fue una ola de emociones.

- ¡Eres un monstruo! - grito con furia mientras empuñaba la espada.

Su sonrisa se curveo hacia abajo, luego presiono sus dientes con rabia antes de sujetar a ese cazador del cuello.

- ¿Quién eres tú para decirlo? - cuestiono - Todos ustedes son unos parásitos, una plaga, se creen héroes por matar a otros - presiono con más fuerza su cuello - Los demonios les hacemos un favor al exterminarlos.

En un movimiento desesperado, el cazador movió la katana cortando su brazo. Se arrodillo tratando de recuperar la normalidad de su respiración, la demonio lo pateo y coloco un pie sobre su espalda para que no se levantara.

- Limpiamos al mundo comiendo basura - continuo - Pero no faltan los mal agradecidos como tú.

Se sentó sobre él, con una pierna en cada lado del contrario y lo alzo de la espalda mientras uno de sus "títeres" se acercaba a ellos.

- Ahora mismo te demostraré quienes son los verdaderos monstruos - le susurro.

Tras varias puñaladas que perforaron sus ojos la demonio y el títere se alejaron algunos pasos.

- Malditos humanos - musito molesta.

Detestaba el no poder olvidar los momentos antes de convertirse en lo que ahora es. Había escuchado que los demonios no tienen recuerdos de su vida como humanos, pero ella se acordaba, tenía vagos recuerdos de esos humillantes días. Desapareció a las personas bajo su poder y se acerco al cadáver para perforar su pecho.

La presencia del demonio causo presión en su cuerpo. Sonrió y miro en aquella dirección.

- Kibutsuji-sama.

- Hiciste un buen trabajo - felicito con una fría sonrisa - Debo reconocerlo.

- ¿Kibutsuji-sama? - lo miro extrañada por sus acciones.

- A partir de ahora eres una de las doce lunas demoniacas - informo entregándole un poco de su sangre.

Fue doloroso, pero valió la pena.


°°°


Para él fue difícil aceptarlo al principio, pero comprendió a tiempo que tenía que aceptar la realidad.

Era frustrante mirar a los nuevos alumnos de su maestro entrenar duramente y luego mirarlos igual que él, muertos y con sus almas merodeando por la montaña Sagiri. Makomo, una de los difuntos alumnos, compartía ese pensar con él. Por eso cuando ese pelirrojo llego a la montaña con una demonio en la espalda y lo vieron comenzar a rendirse al no poder partir la roca, ambos decidieron ayudarlo, por él y por su hermana.

Sabito fue el primero en hacer su aparición.

- ¡Silencio! - exigió irritado - Un hombre no llora, es lamentable.

Claro que no dijo lo mismo cuando estuvo con el pelinegro que lloraba día y noche, desde el momento en que se dio cuenta de que la rudeza lo empeoraba todo se volvió menos rudo. El chico lo miro anonadado.

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