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Se sentó y recargo la espalda en la roca partida por la mitad, dejando que esos nostálgicos recuerdos de cuando entrenaba a Tanjiro lo invadieran y le sacaran una sonrisa de los labios.

-Pensé que no volverías.

Llevo los ojos a su lado derecho, ahí estaba ella, con esa sonrisa alegre y aliviada que solo había visto cuando Tanjiro derroto al demonio de la prisión glicinas.

-Wow, has crecido mucho Sabito – elevo la mano a la altura de la cabeza – Pareces un verdadero hombre, ¿pero lo eres? – algo de burla se asomo en su pregunta.

-Hola Makomo – saludo, quería abrazarla, pero sabía de sobra que eso era imposible – También te extrañe.

-Te equivocas, yo no te extrañe – mintió, se sentía algo sola sin la presencia de ese chico - ¿Cómo extrañaría a un tipo que desapareció de repente? Kaio-sama pregunta por ti.

Ambos rieron suavemente y volvieron a quedar en el silencio del bosque. Miraban a la nada hasta que Makomo rompió el silencio.

-¿Dónde estuviste todo este tiempo? – lo miro – Fue muy extraño, desapareciste, y volviste como si nunca hubieras estado en este lado del mundo, me costó creer que ese hombre era el Sabito al que llamaba amigo.

-Yo tampoco lo entendía al principio, pero al parecer reviví con una técnica demonio.

-Que suerte la tuya – sonrió – Pero veo que no te va muy bien.

Sabito bajo la mirada, reafirmando así, las palabras de la pelinegra.

-No... El mundo es muy diferente a como lo creía.

-¿Qué sucede? ¿Tiene que ver con el amigo que te fuiste a buscar?

-Lo sabes todo.

-Ya ves – contesto alardeando – ¿Qué pasa con él, no lo has encontrado?

-De hecho lo encontré, estamos juntos ahora.

-Que bien – sonrió – Entonces no entiendo porque esa cara.

-¿Recuerdas que te dije que Giyuu era una persona insegura?

-Sí.

-Pues es por eso – suspiro rendido, tal vez debería parar y volver a la cabaña.

-Dijiste que se hizo cazador, personalmente con sobrevivir un día ya eres grandioso.

-¡Eso es lo que quiero que entienda! Debería saber lo maravilloso que es – murmuro, encerrado en sus pensamientos. Creía que solo quería que progresara como espadachín, pero con eso no le sería suficiente, necesita ver a Giyuu sonreír tan ampliamente como antes, verlo reír por nada, o simplemente verlo andar sin miedo a lo que no pueda lograr.

-Urokodaki-san siempre tiene una respuesta.

-Me dijo que fuera al origen.

-Entonces. ¿Cómo empezó todo? ¿Por qué dice que no merece ser cazador si hizo la prueba?

-Él no la hizo... - murmuro, al reflexionar sus palabras alzo la mirada.

-¿Ese es tu amigo? Es guapo – comento, sacándolo de su conclusión.

-Sabito, ¿tienes idea de la hora que es? – se acerco preocupado – Aunque la montaña tenga árboles de glicina en puntos estratégicos no debes andar sin cuidado de noche.

-Soy un cazador Giyuu – se levanto dedicándole una sonrisa.

-Esa no es excusa – se detuvo frente él – Volvamos rápido.

-Adelántate, yo quiero quedarme un rato más.

-¿Bromeas? De aquí no me voy sin ti.

-¿Por qué estás tan alterado?

-... Lo siento – bajo la cabeza – Tienes razón, sabes defenderte... Yo me voy, pero por favor no tardes.

Sabito curveo una ceja, eso fue raro, antes de que el pelinegro se fuera atrapo su mano y lo jalo, provocando que Tomioka callera de sentón entre sus piernas.

-Quédate, mira las estrellas conmigo – lo abrazo uniendo su mejilla con la contraria – Mi valiente cazador.

-N-no me llames así – lo alejo – Sabes que no soy ni fuerte ni valiente.

-Pero sí un cazador.

-Indigno, entiéndelo Sabito.

-Está bien, lo que digas – lo soltó y se levanto para después ofrecerle la mano – ¿Nos vamos?

Giyuu se limito a asentir y aceptar su mano, juntos caminaron de regreso a la cabaña donde su maestro los esperaba con la cena lista.

La idea es loca y arriesgada, pero puede funcionar.


•••


Lo siguiente es tan fácil que cualquiera debería entender. No es la sangre ni una técnica demonio, es la esencia lo que hace que esto sea posible.

Sabito habla solo, o al menos eso es lo que Giyuu cree y su pareja prefiere que así sea, pero la verdad es que cuando suelta esas frases o preguntas al aire alguien le responde, una voz que solo él puede escuchar. Es como hablar con la subconsciente.

Al principio lo asusto y pensó que se estaba volviendo loco, pero ya se acostumbro.

Los primeros rayos del sol se filtraban entre el bosque, con dificultad alcanzaban a iluminar el interior de la cabaña, igual que siempre, Sabito ya estaba despierto y vestido, listo para iniciar un nuevo día. Enredo la carta en la pata del ave y lo despidió antes de mirar la máscara de zorro y tomarla entre sus manos.

Tenía algunas grietas diminutas causadas por el uso, sin contar la agitación de las misiones.

-Tal vez debería dejar que se rompa – pensó en voz alta, de cualquier forma le podía pedir una nueva a Sakonji.

-No, idiota.

-¿Por qué? – renegó tratando de ignorar el insulto.

-La máscara es el vínculo espiritual entre tú y yo. Si se llegase a romper o tú te vuelves demonio, o yo desaparezco.

-¿Eso es posible?

-Claro que sí. ¿Tiene idea de cuanta sangre demoniaca hay en tu cuerpo?

-No me detuve a pensarlo – rió - ¿Pero por qué la máscara?

-Siempre preguntas tanto. Es un símbolo, al parecer fue encantada para protegerte o algo así, por eso, mientras la tengas y NO la rompas, no serás demonio.

-Que confuso – se quejo – Por cierto, tú me dijiste que podía revivir la hermana de Giyuu.

-Era broma.

-Mientes.

-... No puedes, fin de la conversación.

-A veces eres tan complicada – expreso son una mueca mientras se colocaba la máscara y se encaminaba a la salida de la habitación, al abrir encontró al pelinegro enfrente, a punto de tocar.

-¿Otra vez hablando solo? – pregunto con una diminuta sonrisa.

-¿Qué? Cualquiera lo hace.

-Lo sé. Urokodaki-san salió al pueblo y nos encargo recolectar suficiente leña, ¿vamos ya?

-Sí, te sigo – cerro tras él y camino siguiéndolo.

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