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Sabito ha actuado extraño en los últimos días, y no es por las misteriosas cartas que se envía con sepa quién, si no por las rara conducta que tomo de la noche a la mañana.

Ya no pasan tanto tiempo juntos como antes, él ya no es atento y tiene la ligera sospecha de que inclusive lo evitaba... ¿Acaso Sabito se canso de él y su relación?

Negó frenéticamente con la cabeza. Sabito será alguien espontaneo y despistado, pero jamás traicionaría su confianza, es correcto y no hay manera de que este engañándolo o algo por el estilo, si llegara a estar arto de él se lo diría de frente y sin rodeos, el amor de su pareja es sincero, y sea cual sea la situación sabe que sólo debe esperar a que él mismo se lo diga... Esperar...

-¡Sabito! – salió de su dormitorio y corrió a la de al lado. No quiere sentarse a esperar el momento en que su novio lo termine – Sabito, voy entrar – anuncio dando ligeros golpes en la puerta para después abrirla y encontrarse con la sorpresa de verla vacía.

Rodeo el lugar con la mirada y camino acelerado al exterior, siguió buscándolo algunos metros a la redonda, pero no lo vio por ninguna parte, volvió al frente de la cabaña y no dejo de girar la cabeza y cuerpo en busca de algún rastro suyo o pista de a donde debía ir.

-Veo que despertaste – hablo a sus espaldas – Buenos días.

Rápidamente se giro y se acerco al mayor para ayudarlo con las cubetas que cargaba.

-Buenos días Urokodaki-san – saludo – ¿Usted sabe donde se encuentra Sabito?

-Salió temprano, antes del amanecer – entro seguido por su alumno – ¿Ya comiste?

-Aun no – respondió maldiciendo mentalmente su incorregible manía de levantarse hasta que amanece – ¿Sabe a donde fue? – pregunto dejando las cubetas donde se le indico.

-No dijo, pero sí me encargo decirte que no te preocuparas, sólo serán unos días – acabo de alistar la mesa – Siéntate, calentare la comida.

-¿Quiere que le ayude?

-No hace falta.

Giyuu se sentó y recargo los codos en la mesa tratando de quitarse esa insistente pregunta de la mente, en pocos minutos el tazón humeante se poso ante sus ojos y casi enseguida un vaso de agua, agradeció y devoro con calma su primer plato. Era inevitable repetir los platillos de Sakonji, él cocinaba mejor que cualquier persona, incluyendo a su difunta hermana, con todo el debido respeto. Dejo el tazón vació sobre la mesa y sin necesidad de decirlo el de cabellera blanca lo tomo para rellenarlo.

-... ¿Unos días? ¿Cuántos exactamente? – pregunto sin pensar. Se encogió de hombros al escuchar la risa ronca de su superior.

-También me dijo que esto pasaría – le entrego su nueva porción y de su ropa saco un pañuelo que envolvía algo junto a una nota y lo dejo al lado del vaso – Sabito volverá, no tienes porque impacientarte.

-Lo siento... - murmuro completamente rojo de vergüenza.

-No importa, acaba de comer. Me acompañaras a la montaña.

Nuevamente obedeció y al acabar tomo sus utensilios para lavarlos mientras Sakonji lo esperaba afuera, antes de salir observo el pañuelo y lo desenvolvió, descubriendo un anillo, hecho que planto un gran miedo en él. Leyó la nota.

"Calculo que tardare unos cuatro días en volver. No te asustes si me tardo más.

Y tampoco estoy entregándote el anillo, lo dejo como intento de garantizarte que no te estoy dejando, cuídalo por mí, también a Urokodaki-san y a ti.

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