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Arrastrando los pies llego a la orilla de la leve inclinación que se encuentra a unos cuantos pasos del pie de la montaña, el atardecer acompañaba su llegada y el sol lo despedía ocultándose en la lejanía, pareciera que sólo esperaba su ingreso a la cabaña para irse.

Pero su espera no sería corta, las piernas del chico no le permitían dar un paso más, con suerte lo sostenían.

-¡Sabito! – salió corriendo de entre los árboles y abrazo al hombre de melena clara.

-Hola Giyuu... - saludo débil y con esfuerzo correspondió el abrazo.

-Siempre tardas más de lo acordado - se quejo reteniendo las lágrimas de alivio, hace poco más de una semana que el contrario se había ido – ¿Dónde estabas?

-Fui a realizar una tarea personal – le sonrió cansado – Se supone que sólo vendría por ti, pero mi cuerpo llego al límite – en el aliento se le fue en la corta risa.

Giyuu lo acomodo y cargo de regreso al interior de la cabaña, con cuidado lo recostó en el futon que el mayor ya había preparado para él.

-Deberías guardar tus enojos para después – aconsejo el de cabellera blanca mientras pasaba la toalla húmeda por el cuerpo mugriento y ensangrentado del cazador – Tu novio está muy cansado como para pedirte perdón.

-No estoy enojado...sólo un poco – exprimió otro pañuelo y lo deslizo por el rostro de Sabito – Por lo menos debió avisar que tardaría tanto.

-Dile eso cuando despierte.

-Por supuesto que lo haré – acaricio la cicatriz en la mejilla derecha con la toalla – Sabito tonto.

Sonrió tras la máscara. Su alumno olía molesto por toda la angustia que el chico de ojos lavanda le hizo vivir en los últimos días, pero seguía tratándolo con tanta delicadeza que no parecía que estuviera planeando darle la regañiza de su vida en cuanto abra los ojos. De nueva cuanta metió la tela en la cubeta para seguir con los suyo, conforme pasaba el paño descubría que toda la sangre no era del menor, aliviándose por eso.

-... Estás exagerando, sólo fueron unos días.

-No intente cubrirlo Urokodaki-san – lo miro con el entrecejo arrugado – Se fue por más de una semana cuando dijo que volvería en cuatro días, no es la primera vez que lo hace.

-Tampoco te lo aseguro.

-Una simple carta, es lo único que debía hacer – dijo entre dientes – Kuro vino muchas veces, ¿qué tanto le costaba decirme que tardaría más de lo que pensó?

-Nada – respondió tranquilo, dejando que el pelinegro se desahogara.

-Exacto – contesto pasando a sus hombros descubiertos – Mientras él andaba en no sé donde, yo estaba aquí soportando un entrenamiento espantoso.

-Con que eso es lo que en verdad te molesta – rió bajo – Ninguno de los dos ha madurado, iré a preparar la cena, te dejo el resto – suspiro antes de salir del cuarto.

Tomioka inflo las mejillas y arrugo más el entrecejo. Sabe que es inmaduro, pero no por eso Sabito se justifica.


•••


Urokodaki acabo su sexta vuelta por la montaña y asomo la cabeza por la puerta principal. Solo.

Cerró y reinicio una visita por el pueblo, aunque ya no sabía qué hacer de tantas visitas que ha hecho en lo que va del día. Sus alumnos llevan horas encerrados en la habitación y honestamente prefiere vagar una semana entera antes que entrar. Pueden tardar lo que quieran, él no va a molestarlos, no es tonto.

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