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Sabito estaba por renegarle, pero sólo alcanzo a abrir la boca.

-No lo contradigas - susurro el menor - Se enojara.

Lleno sus pulmones de aire y se lanzo a atacarlo.

Con la misma calma, se llevo el instrumento a la boca y lo toco, varias cadenas salieron disparadas en su dirección.

Aliento del agua.

Cuarta postura, golpe de marea: Corto las cadenas.

Segunda postura, rueda de agua: Empuño el arma con fuerza y le corto la cabeza, la figura del demonio desapareció.

Clavo la espada avellana con zafiro en el techo de madera y se acomodo para no caer, otra melodía lejana se escucho. Sabito regreso con el niño y busco al objetivo con la mirada.

-¿Estás bien? - Pregunto en un susurro - El señor es fuerte, mamá debió decírtelo.

-Me lo dijo - se inclino un poco, quedando más cerca del menor - Pero tengo que hacerlo.

-Ten cuidado - su tono era bajo, tenía miedo de que el señor los escuchara.

-Lo tendré - respondió con la vista fija en el hombre sentado en la entrada.

Los sonidos que producía estaban perfectamente coordinados y eran penetrantes, haciendo casi imposible ignorarlos, el más mínimo descuido podría marcar su perdición.


•••


Su cuerpo humano sangraba por las heridas, su respiración era cada vez más agitada y estaba perdiendo la calma, pero no podía morir ahora, no de nuevo. Tenía que llevar al menor con su madre y el debe encontrar a Giyuu.

El demonio seguía sentado en el mismo lugar, no se movió ni un centímetro y Sabito no lograba acortar la distancia. Pudo quitarle la flauta y darse cuenta que eso no era muy útil, él podía crear otra en segundos, el niño seguía diciéndole lo que no debía hacer para retener su tranquilidad, al parecer era poco paciente y fácil de irritar.

Sabito solía jugar con las posturas del agua, y ese demonio la daba la oportunidad perfecta para hacerlo. ¿El problema? Varias veces resulto herido por algún descuido, y este no es momento para errores.

El demonio comenzó con otro ataque, sus ataques eran limitados, pero letales. Nuevas cadenas se acercaban peligrosamente al cazador.

Aliento del agua.

Tercera postura, danza de corriente rápida: Encajo la katana en los eslabones, atrapando la mayor cantidad de cadenas posibles. Clavo la punta en el suelo, giro un par de veces sobre la espada, enredo una pierna en las cadenas ancladas y logro zafar el arma musical de sus manos en la vuelta final. Las cadenas desaparecieron.

Con las manos libres, recargo las palmas en el piso de madera. Las raíces que rompían sus huesos, volvieron a salir del suelo en medio de las casas, las cuales expulsaban un sofocante aroma que le quemaba los pulmones.

Novena postura, salpicadura de agua: Se escabullo entre las raíces con cuidado de no quedar atrapado y tratando de no respirar mucho.

Mientras el contrario se entretenía, alzo las manos simulando tocar.

Séptima postura, gotas de lluvia penetrante: Cuando logro estar cerca, apuñalo la mano izquierda y el corazón del demonio.

Un quejido ahogado fue lo único que pudo responder.

Cuarta postura, marea llamativa: Saco el arma y le corto la cabeza.

Torpemente logro aterrizar. Regreso la mirada al demonio convirtiéndose en cenizas, con una amarga sensación.

-¡Cazador! - grito y se abalanzo sobre el mayor con lagrimitas brotando de sus ojos.

-Llámame Sabito - se levanto y le tomo de la mano - Salgamos de aquí.

El niño seco sus lágrimas con la mano libre y camino con el mayor.

Sabito se adentro de nuevo entre los árboles en busca de la mujer para poder llevarlos afuera y dar por terminada su misión. Al ver un largo camino de sangre, soltó al menor y corrió a donde el rastro lo llevaba, un conocido kimono hizo sus pasos acelerar y arrodillarse alarmado. Era la madre del pequeño, tenía una herida atravesando su estomago, sus heridas cuando la vio por primera vez ya eran bastante graves, perforar su torso le pareció innecesario.

-¡Sabito-san! - grito asustado mientras trataba de encontrarlo.

Alarmado, recostó el cuerpo bajo el árbol. Le prometió cuidar a su hijo hasta llegar a la ciudad del oeste y se apresuro a reencontrarse con el castaño.

-S... ¡Sabito-san! - volvió a gritar, lloraría si no lo encontraba pronto.

-Aquí estoy - dijo a unos pasos al lado de él.

-¡Sabito-san! - corrió a abrazarlo - ¡No te vayas así!

-Lo siento, no lo volveré hacer - rió nostálgico, mirarlo de esa forma le recordaba al Tomioka que tenía que consolar todas las noches luego de un duro entrenamiento. Según Urokodaki, tuvo un impresionante cambio, y eso solo aumento sus deseos de encontrarlo.

-¿A dónde fuiste? - pregunto lloroso.

-No tiene importancia - lo cargo y cobijo con su haori - Intenta dormir...

-Taiki - se encogió en el pecho del mayor.

-Descansa Taiki.

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