Capítulo 2

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Una semana después de la partida de la princesa Kakyuu.

Planeta Kinmoku — Salón del trono

Los hermanos Kou se encontraban de rodillas frente a su reina, ante ellos flotaban tres semillas estelares, cada una de ellas poseía un brillo único lleno de calidez. Kakyuu mantenía sus ojos cerrados mientras realizaba su oración, las tres semillas comenzaron a flotar brillando con más intensidad hasta ir formando la silueta de tres mujeres, Seiya, Taiki y Yaten miraban como la luz desaparecía dejando atrás a las Sailor que representaron en la tierra.

— Mis queridas guardianas. — Las tres jóvenes de giraron hacia su reina inclinandose en señal de respeto. Kakyuu miro como los jóvenes permanecían cabizbajos ante la aparición de las guerreras, recordaban como habían sentido impotencia y rabia en el instante que su hogar fue destruido, la desaparición de la princesa y la muerte de la mayoría de las guerreras, ellos solo eran simples caballeros a las órdenes de la familia real, pero al ver cómo aquellas tres mujeres parecían no poder más, juraron buscar a su princesa pero ninguno poseía la habilidad de una sailor como para ir en su búsqueda, fue por ese motivo que las semillas estelares de las tres jóvenes se unieron a ellos dandoles el poder para cumplir su misión, fue por ese motivo que pudieron llegar a la tierra, era cierto que nunca más seria Seiya Kou, ya no, tampoco una Sailor, desde ese momento solo sería un embajador, un simple caballero de Kinmoku a la disposición de la corona. Miro a la joven que una vez fue, ella le sonrió, sonrisa que él regreso, después de todo era su hermana gemela, así como sucedía con sus compañeros, en su reino era normal que nacieran en pares pero nunca en una misma familia se repetía más de una vez ese patrón, pero con sus padres fue la excepción, Taiki, Yaten y él fueron un caso raro en una misma familia.

Kinmoku era un planeta joven, su civilización aún aprendía diferentes cosas, medicina, música, artes e ingeniería. Taiki se encargaba del desarrollo médico y tecnológico del reino, Yaten por su lado manejaba todo lo relacionado a la educación y las artes. Mientras el cumplía con las acciones diplomáticas con otros reímos vecinos.

— Seiya, desde hoy quiero que trabajes en retomar las relaciones con nuestros vecinos. — Él asintio. — Taiki y Yaten serán los encargados de continuar con la supervisión de la reparaciones del reino.

— Nosotros seguiremos rindiendo nuestra fuerza a usted princesa. — Maker hizo una leve reverencia al igual que sus hermanas para luego retirarse con ellas, pues algo le decía que su princesa aún no acababa con sus hermanos y eso le daba curiosidad, pero luego sabría que ocurría. Kakyuu tomo asiento en su trono de nuevo, el recuperar a sus antiguas guardianas y separarlas de sus gemelos había tomado más de la energía que ella esperaba, sin embargo aún le quedaban cosas que solucionar ese día, observo a Seiya, Yaten y Taiki dándose cuenta que sus corazones habían quedado en otro lugar y aunque como reina podía darles la libertad no tenía derecho de permitirse tal acto.

— Mis caballeros, no se cómo agradecer todo lo que en el pasado hicieron por mi, su búsqueda incansable en medio de una batalla que involucró a toda la galaxia. — Querían interrumpirla pero ella no los dejo hacerlo, levantó su mano pidiendo silencio. — En está ocasión ganaron y perdieron su corazón, hay muchas cosas por las que no puedo dejarlos ir nuevamente a la tierra.

— ¿Por qué? — La voz de Seiya se escuchaba enojada, Taiki quiso detener a su hermano pero pudo sentir la rabia en él. — ¡Es injusto! Deme una razón que no sea mi deber con Kinmoku.

— Ella es la prometida del príncipe de la tierra. — Aquella respuesta logro silenciarlo, sus hermanos lo miraron fijamente había algo que Seiya ocultaba. — ¿Seiya?

— Disculpe princesa, no debo comportarme así, usted tiene razón. — Se levantó dándoles la espalda, no quería oír nada más, solo quería irse y dejar de pensar en sus palabras, ¿Cómo podía decirles la verdad? Quería gritarlo a todo pulmón, deseaba que supieran lo ocurrido horas antes de su partida, pero debía seguir en silencio y cumplir su promesa aunque deseaba dejar todo para ir con ella. Levantó la mirada al ver a su hermana de brazos cruzados al final del pasillo, sabía que iba a regañarlo, quizás lo insultaria.

— Tu amor prohibido me tiene contra la espada y la pared. — Suspiro. — Seiya, no debiste.

— Oh por favor tu también. — Desvió la mirada, no quería aceptar lo que ella decía, era su gemela después de todo y lo conocía perfectamente. — La amo.

— Ella a ti, pero tiene un destino que cumplir y se que no puedes entender el peso de ese futuro, pero algún día sabrás que hiciste bien. — Apretó sus puños con fuerza, debía admitir que ella tenía la razón pero se negaba hacerlo. — Hermano, por favor no cometas una locura, si vas por ella y la secuestras será un suicidio, no tienes el poder de enfrentar la furia de Tenou y Endimion, morirás.

— ¡Lo sé! Iré a la biblioteca. — La sailor asintio al verlo partir, amaba a su hermano y haría lo que fuese por él, pero en esa ocasión no podía ayudarlo en su deseo. Seiya era noble y siempre amable, enamorador y un poco egocéntrico, al principio quiso creer que era capricho pero ella misma comprobó que no era asi, Seiya amaba a la princesa de la luna plateada. Healer se acercó a ella dandole una palmada en la espalda.

— Dale tiempo. — Asintió. — si el tiempo no funciona vamos por su bombón.

— ¿También te contagio su estupidez? — La peliplata sonrió.

— Quizás, pero mi hermano pasa por lo mismo y es un idiota cerrado que no dirá lo que siente, al menos Seiya es sincero y comparte su dolor haciéndolo menos, dale tiempo ese amor pasará.

— Healer si no es así, Seiya irá por ella y entonces, si tendremos problemas.

Ambas guardianas sabían que era cierto, pero no podían hacer más que observar y procurar que no cometiera la idiotez de huir en busca de su amada o sería castigado.

Por su lado Seiya leía nuevamente uno de sus libros favoritos, hablaba de cada una de las constelaciones en el espacio, cada historia atrás de sus nombres legendarios, amaba estudiar sobre aquellas estrellas especiales que compartían su brillo con el sistema solar que añoraba, en especial con el planeta azul que atraía sus pensamientos. Paso nuevamente la página encontrando un nombre escrito en letras doradas: Orión, pero aquel nombre era todo lo que había allí, la página fue arrancada quizás por alguna travesura de Kakyuu en su infancia o simplemente se había dañado, se acercó al telescopio buscando mirar el planeta azul, pero era un idiota, desde su sistema solar no podía apreciarlo. Se dejó caer en el sillón más cercano deseando descansar un rato y olvidar sus últimas horas en la tierra, olvidar el amor que ella le otorgó, sus sonrisas y todo lo que eso involucró, pero sobretodo alejar de su mente la mirada triste que solo el distinguió en el momento de su despedida.

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Muchas gracias por leer y apoyar esta historia. Nos leemos en el próximo.

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