스물 여덟

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HOSEOK

Este tenía que ser el peor de los casos de duda que había experimentado, y lo odiaba. Sin embargo, ni por mi vida, podía liberarme de eso. Creo que Taehyung se dio cuenta de que estaba volviéndome loco también. No paraba de mensajearme, preguntándome por el próximo espacio de tiempo libre, así podríamos encontrarnos, ya sea en el campus o fuera. Cuando seguí poniendo excusas, diciéndole que estaba ocupado, finalmente preguntó si todo estaba bien.

•Está bien,-respondí.- Simplemente estoy muy ocupado esta semana. Me ponen nervioso los finales.

•Lo harás muy bien en los finales... tal como lo haces todos los años. Tómate
un descanso. No, DAME un descanso. Necesito un poco de tiempo de Hoseok.
¡Necesito a Sócrates!

Sus palabras calentaron mi corazón pero me hicieron sentir peor, todo al mismo tiempo. Lo hizo sonar como si yo pudiera cumplir con todos sus deseos, pero sabía que no podía ser cierto. Solo era... yo. Hoseok. No era suficiente para mantener a un hombre como Kim Taehyung satisfecho.
Terminé diciéndole:

• Pronto.— A lo que respondió:

• Haz que sea cuanto antes.—Y aun así me las arreglé para evitarlo hasta la noche del viernes.

Me hallaba sentado en la cama, tratando de estudiar pero fallando, porque estaba tan estúpidamente triste, cuando sonó mi teléfono. Al ver que era de Taehyung, me tensé. Había enviado mensajes durante toda la semana pero no llamó, por lo que había sido más fácil evadirlo. Oír su voz podría ser diferente. Mordiéndome los labios, me debatí si debía responderle. Bajé el teléfono, solo para recogerlo y de mala gana presionarlo en mi oreja.

—¿Hola?

—¡Lo sabía! —gruñó— Estás evitándome, maldita sea.

—¿Qué? —Rodé los ojos—Oh Dios mío. No es así. —Apretando los dientes con esa mentira, añadí— Contesté el teléfono, ¿verdad?

—Pero esperaste, debatiendo entre si debías hablar conmigo o no. —Sonaba
un poco herido y muy molesto, todo al mismo tiempo. Odiando molestarlo de cualquier manera, gemí antes de decir.

—No lo hice. Estás siendo paranoico. Deja de ser tan paranoico. —En tanto me prometí a mí mismo que dejaría de evitarlo de aquí en adelante. Seguía siendo mi mejor amigo, no importa qué. Gruñó, en mi oído.

—Prometiste que no cambiaría nada.

—Y nada ha cambiado —argumenté. Mierda, iba a tener que ser un actror la próxima vez que lo viera, para fingir que mi corazón no se rompió porque quería más cosas de las que sabía debía.

—Salvo que me estás evitando —insistió, haciéndome rabiar.

—¡Maldita sea! —Exploté—. No te estoy evitando. Este soy yo tratando de demostrarte que no me voy a convertir en un psico-acosador y pegajoso, y que no espero que te enamores de mí, renunciando a todos los demas que se muestran interesados en ti y pidiéndome que me case contigo. Te estoy dando espacio... como un buen mejor amigo.— Ya puse las cosas en claro. O eso pensé.

—No —espetó— Me evitas, maldición. Nunca me has evitado. Esto es diferente. Las cosas están cambiando.

—Oh, Dios mío, eres un dolor en el culo. —¿Por qué, oh por qué, no podía haberlo simplemente dejado pasar?—. Si tienes tantas ganas de verme, entonces ven a verme ya. Jesucristo.

—Bien —dijo— Estaré allí en diez minutos. Aspiré.

—Por qué no haces que sean cinco, hijo de puta pegajoso.

Impagable  (VHOPE) Historia 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora