1.5K 246 38
                                    

TAEHYUNG (14años)

Jungkook estaba teniendo pesadillas. Sobre nuestra madre. Pasó casi un año desde el día en que Nam había llegado a nuestro remolque y nos trasladó a Seúl con él y su ahora esposo, Jackson. Por consiguiente, casi pasó un año desde que habíamos visto por última vez a Haneul. Ella ni una sola vez intentó ponerse en contacto con cualquiera de nosotros en todo este tiempo. Así que ¿por qué carajos, por el amor de Dios, Jungkook todavía soñaba con ella? Me preocupaba. Quiero decir, ¿y si le había hecho lo mismo que me hizo a mí? Solo pensarlo me hacía querer hiperventilar por el miedo y ver rojo por la rabia, todo al mismo tiempo. Pero en serio, Jungkook no. No a mi inocente hermano menor de nueve años. Si es que llegó a tocarlo, encontraría a la perra y quebraría su cuello. El problema era que no sabía cómo sacarle la verdad sin delatarme a mí mismo. Lo último que quería en el mundo era que alguien supiera lo que ella me había hecho. Preferiría morir. Ni siquiera le confié a Hoseok esto, y se lo contaba todo. Es solo que era demasiado... sí, no me gustaba ni pensar en esto. Bloquearlo y pretender que nunca había sucedido era la mejor opción. Por otra parte, estaba Jungkook. Como no tenía las bolas para simplemente ir al grano y preguntarle: ¿Oye, mamá también te acosó sexualmente?, La culpa me carcomía. Cada vez que se despertaba por la noche, jadeando en busca de aliento, me rompía. No podía lidiar con él, así que lo apartaba cuando intentaba meterse en la cama conmigo en busca de consuelo. Generalmente, se veía obligado a ir a la habitación de Jin para reconfortarse.

Todavía se sentía extraño ya no compartir la cama con él, o una habitación con Jin, para el caso. Pero tenía que admitir, todo el nuevo espacio que tenía únicamente para mí era genial, sobre todo en las noches, cuando despertaba empapado en sudor y temblando por mis propias pesadillas.

Nadie tenía la menor idea de que algo me perseguía también, porque yo no quería que lo supieran. Fingí que mi vida se encontraba bien. Mejor que nunca, porque honestamente, era así. Me encantaba vivir aquí. Nam y Jackson se encargaban de toda la mierda a la que nunca debería haber tenido que hacer frente antes. Gozaba la libertad de ser un niño y vivir mi vida sin tener que preocuparme por nadie más. En realidad, podría pensar en el futuro, y empecé a creer que quizá realizaría todas esas cosas que había querido en aquellos días. No estaba dispuesto a dejar que un pequeño incidente de mi desordenado pasado arruinara lo impresionante que era mi vida ahora.

Pero si algo le había pasado a Jungkook también, y él necesitaba ayuda, como ayuda profesional, ¿podría confesar mis propios demonios para ayudarlo? No estaba seguro. Yo era la única persona en el planeta que sabía sobre mí, y quería mantenerlo de esa manera. Diablos, ni siquiera Haneul recordó lo que había hecho, al menos eso creo. La siguiente vez que la vi después del incidente, ella volvió a ignorarme como si no existiera. Culpable y preocupado por tal vez hacerle daño a mi hermano al no hacer nada y permanecer en silencio, corrí a mi habitación y me encerré en el interior solo, feliz de que él no estuviera aquí tampoco. Tras hundirme en mi cama, saqué mi portátil, la coloqué sobre mis rodillas y abrí la tapa, enlazando de forma automática la familiar ventana de chat privado antes de comprender lo que hacía.

Se había convertido en un hábito para mí el acudir a Hoseok cada vez que me sentía afligido. El era mi caja de resonancia, la voz de la razón, mi todo. Sabía cómo hacerme sonreír cuando me encontraba triste, cómo escuchar cuando quería despotricar, y cómo darme una palmada para hacerme entrar en razón cuando me equivocaba. Recordando que esta era la única cosa con la que no podía ayudarme ya que era lo único que nunca le había dicho, empecé a cerrar la laptop, hasta que me di cuenta de que escribió un nuevo mensaje desde la última vez que habíamos charlado. De inmediato, una tranquila, acogedora, y, aun así, vertiginosa bola de calidad y excitación se encendió en mi pecho. Después de todos estos meses, un nuevo mensaje de el todavía me atrapaba de esta manera. Ansioso por leer lo que
escribió, abrí el chat, encantado por la distracción de mis propios pensamientos. Acabo de regresar de la terapia de habla.

Impagable  (VHOPE) Historia 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora